Revista Educación

Llamemos a las cosas por su nombre

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Llamemos a las cosas por su nombre

¿Fascismo sí o fascismo no? LLevamos meses debatiendo si el uso de la palabra es o no es adecuado para referirnos a ciertas personas que cada vez son más visibles en la política y la sociedad española. El término fascista ha sido pervertido hasta la saciedad desde un lado y el otro hasta acabar casi vacío de significado: desde los que lo utilizan para atacar a un contrincante político hasta los que lo usan para meter en el mismo saco a fascistas y antifascistas.

Pero ¿qué es el fascismo? Tiremos de Wikipedia:

"El fascismo es una ideología, un movimiento político y un tipo de Estado de carácter totalitario y antidemocrático; creado por el dirigente italiano Benito Mussolini [...] Entre los rasgos del fascismo se encuentra la exaltación de valores como la patria o la raza para mantener permanentemente movilizadas a las masas, lo que ha llevado con frecuencia a la opresión de minorías (judíos, gitanos, homosexuales...) y un fuerte militarismo. En este sentido el enemigo se identifica como un ente exterior, a diferencia de los totalitarismos típicos de izquierda en que el enemigo es interno (burguesía) [...] el fascismo se caracteriza por eliminar el disenso: el funcionamiento social se sustenta en una rígida disciplina y un apego total a las cadenas de mando, y en llevar adelante un fuerte aparato militar, cuyo espíritu militarista trascienda a la sociedad en su conjunto, junto a una educación en los valores castrenses, un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas, que conduce a la violencia contra los que se definen como enemigos".

Así pues, fascista no es sólo un dictador. Fascista no es únicamente (ni mucho menos) quien no deja hablar a otros. Podemos buscar el fascismo en los racistas que promueven la supremacía blanca (exaltación de "la raza"), la xenofobia (el "enemigo viene de fuera"), el machismo (el heteropatriarcado como eje definidor de una sociedad pura y "sana"), el militarismo o la criminalización del que piensa diferente (que en el imaginario fascista es el de izquierdas).

Ahora piensen por un momento en esas personas que aparecen por televisión diciendo cosas como que los negros o los rumanos vienen a España a delinquir, que hay que cerrar las fronteras a las "invasiones" de migrantes; que consideran la homosexualidad una enfermedad; que quieren relajar (o derogar) las leyes sobre violencia de género, prohibir el aborto, criminalizar el feminismo; que planean hacer volver el servicio militar obligatorio y armar a las "personas de bien"; que promueven prohibir partidos políticos de ideología independentista. Piensen en ellos y, por favor, llamemos a las cosas por su nombre.

"Al fascismo no se le discute, al fascismo se le destruye"

Buenaventura Durruti.

Llamemos a las cosas por su nombre

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