Revista Cine

Llámenme Mike

Publicado el 02 diciembre 2010 por Diezmartinez
Llámenme Mike
Debido a un bendito proyecto del que ya escribiré aquí a su debido tiempo, volví a ver hace pocas semanas Llámenme Mike (México, 1979), segundo largometraje industrial de Alfredo Gurrola, una de las películas más extrañas del cine mexicano de los 70/80. La película la conseguí en un DVD de Región 1 -si hay ediciones de Región 4 lo desconozco- y a precio de auténtico regalo.
Acaso lo más cercano a una obra mayor que ha dirigido Gurrola -aunque tendría que volver a ver La Fuga del Rojo (1982) para matizar esta afirmación-, Llámenme Mike se sostiene, con todo y su trastabillante realización, en la delirante premisa salida de las plumas de Jorge Patiño y Reyes Bercini. Después de ser enviado a la cárcel como chivo expiatorio por varios kilos de cocaína perdidos en una redada, un corrupto policía judicial aficionado a las noveletas hard-boiled de Mickey Spillane y al que todos llaman, de cariño, "Miguelito" (Alejandro Parodi en el papel de su vida), es golpeado brutalmente en la cárcel por un grupo de presos rencorosos, de tal forma que el pobre diablo que queda lúcidamente imbécil, creyéndose una especie de Mike Hammer redivivo.
Así, el renacido “hombre duro” Miguel (“ése es el ratón, a mí llámame Mike”) se transforma en el implacable vengador anónimo de una ciudad de México anegada por la corrupción y la violencia. Así, en su delirio casi literalmente quijotesco, Mike busca desenmascarar a los "rojos" que quieren acabar con nuestro precioso "american-way-of-life", mientras expresa su asombro por la comida mexicana que le sirven ("¡Mucho caliente!"), masculla frases de novelita policial barata ("¡Por las llagas de Cristo!") y acorrala a quien él cree que es el máximo complotista del comunismo -Juan José Gurrola con todo y gato de Blofeld- que, en realidad, resultará ser el capo de la droga en la ciudad de México.

Finalmente, Mike, satisfecho ("una paranoia feliz o casi", escribió Ayala Blanco en su momento en La Condición del Cine Mexicano/Ed. Posada/1986), podrá seguir limpiando las calles de la Ciudad de México de toda la escoria roja y comunista que nos amenaza. Está loco, por supuesto. Pero, por favor, no se lo digan.

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