En el Festival de San Sebastián se programó como película sorpresa la esperada "Joker: Folie à deux" de Todd Philips, un espectáculo muy alejado de lo que puede esperar el gran público donde el desarrollo del personaje se cuece a ritmo muy lento entre canción y canción.
A San Sebastián, tras su paso por Venecia, llegó con mucha expectación la nueva película del Joker, secuela de la gran triunfadora del Leon de Oro y Oscar al mejor actor para Joaquim Phoenix. Y regresa desde el punto donde se quedó la anterior, con nuestro protagonista en la cárcel psiquiátrica donde fue relegado tras revolucionar a toda la sociedad.
En "Joker: Folie à deux" se incorpora un nuevo personaje, Harley Queen, que interpreta Lady Gaga. El amor entra en la vida del Joker de una manera enfermiza. Esta mujer, obsesionada con la versión más violenta y cruel de Arthur, lucha por llevarle al precipicio a través del amor. Su incorporación es fundamental para entender la evolución del protagonista que se debate entre la locura y el raciocinio.
Sin embargo la locura desatada en la película anterior, el caos generado y el mensaje que trasladó a la sociedad, se queda en un espejismo. Todo queda en un complejo retrato psicológico con ilusiones musicales. Un producto interesante pero que se queda en la nada cuando el clímax que esperas durante toda la película nunca llega. Y eso provoca en el espectador la desazón, cual coitus interruptus.
Allá donde las acciones cobraban sentido, ahora todo se queda en detalles enmarcados en soporíferas escenas. Eso sí, el trabajo de Phoenix y Gaga es impecable. Gracias a ellos la película gana en interés y soporta el peso de un guion demasiado filosófico que no sabe combinar adecuadamente acción y drama.
Una lástima que una de las películas más esperadas del año se haya quedado en un olvidable retrato de un payaso que consiguió remover los cimientos de la sociedad y acabó bailando musicales en un intento de llegar a su distorsionada psique. ¿Y ahora qué? Ahora solo nos queda la sonrisa.
José Daniel Díaz