Revista Cultura y Ocio

Llega el temido cambio de temporada en el armario y el bombardeo de tendencias. ¡Un búnker por favor!

Publicado el 08 mayo 2011 por Sylvietartan
Queridos amigos, ¡¡horror!! Es primavera, y, especialmente las mujeres, tenemos que ir haciendo ya nuestro particular cambio de temporada en el armario: Abandonar bufandas, guantes y medias y sustituirlos por biquinis, pamelas y ligeros tops.

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¡Hasta el próximo año, chicos!

Y aquí hay una premisa que, particularmente, no me falla nunca. En cuanto hago el cambio de ropa de invierno a verano, viva donde viva, provoco una borrasca y una bajada de temperaturas drástica, ¡impepinable! Y allí me quedo, con mis finos vestiditos de algodón, mis rebecas livianas y mis trajes de baño, cuando lo que deseo ardientemente es ponerme un buen jersey de lana y unos calcetines térmicos de los que se llevan para escalar el Kilimanjaro.

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www.meteogalicia.es/

Pero ¡no, no, no! Ya no hay vuelta atrás, soy inflexible y una vez que hago El Cambio, no doy mi brazo a torcer. Me voy apañando con lo que tengo, especialmente con mi moral, y aguanto las bajas temperaturas vestida de rosa pastel, de amarillo limón o de azul playa, muerta de frío y con tiritona, envidiando a los que van con su parca calentitos y felices, ajenos a estos problemas estacionarios.

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Kimono vintage, bolsito de Fendi, zapatos de Magrit, collar de El Almacén y gafas Rayban.


Y es que es cierto, comprobado, "hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo", no falla y yo, que soy más chula que un chulapo, me lo quito a principios de abril. Eso sí, también tengo mis pequeñas venganzas. Esos apretones de calor repentinos acompañado de un sol de justicia, en los que disfruto viendo piernas enfundadas en tupidísimas y asfixiantes medias mientras yo voy fresquita y enseñando pierna morena en ciernes. Y no veáis lo que disfruto imaginando a las propietarias de esas extremidades preguntándose "¿Pero cómo sabía ésta que iba a hacer tanto calor?". ¡Aaaaah!  ¡Una que sabe!
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En fin, volvamos al armario, ese objeto de deseo y de desconcierto, que nos da tantas tristezas como alegrías y que en cualquier familia, aunque sea unipersonal, es otra boca más que alimentar. Y es que, lectores masculinos, ¿habéis conocido a alguna mujer que no os haya dicho en algún momento que no tiene nada que ponerse y su armario esté a reventar? Vosotros nunca lo entenderéis pero es una verdad como un templo. A veces, ¡no tenemos na-di-ta que ponernos! Porque abrimos el armario y estamos cansadas de ver siempre lo mismo. Toooodo nos parece pasado de moda, aunque no lo esté, aburrido y poco favorecedor. Necesitamos chispa, algo nuevo, que se vuelva a encender la pasión que teníamos con nuestro guardarropa. ¿Tan difícil es de entender? ¿Nos os pasa a vosotros con vuestros equipos de fútbol que tienen que estar continuamente haciendo fichajes multimillonarios? ¡Nosotras no nos gastamos tanto dinero!
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Y es que una se compra las revistas que anuncian lo que se va a llevar la nueva temporada y comprueba que esa dictadora que es la moda, ha dejado fuera de juego la mitad de su vestuario, sin ningún tipo de consideración y con toda la crueldad de la que es capaz, que no es poca. Y ahí estás tú, pequeñita y sola, ante todo el bombardeo de tendencias, de hits de la temporada, de must have, de it girls, de lo más cool, del trendy total y de la madre que los trajo a todos al mundo. ¡¡Socoooooorrrrrrooooo!!

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¿Demasiada información?


Y piensas, lo dejo todo y me voy al campo a cultivar lechugas trocadero y así sólo necesito unos vaqueros y una camiseta; o sigo en la ciudad y hago un butrón y me cuelo en la caja fuerte del banco de debajo de mi casa; o atraco a ancianitas a la salida de misa, o ¡mejor!, finjo un secuestro express de uno de mis sobrinos y le pido el rescate al gobierno, al FMI o a los cenizos del Banco de España (perdonad pero es que siempre dais malas noticias). Si me sale bien, ¡estupendo! Y si no, ¡mejor todavía! En la cárcel no voy a tener problemas de vestimenta durante al menos cuatro temporadas teniendo en cuenta que no me acogeré a la reducción de pena por buen comportamiento, ¡estoy salvada en todos los casos!

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Sylvie ¡armada!


Pero como, aunque una cree que lleva el gen "delincuente" en la sangre, todavía no se ha atrevido a dar el paso hacia el lado oscuro, y eso que me atrae como un imán, he ideado un ritual que me salva de estos terribles problemas:
Primero, una tarde la dedico a revisar revistas de moda con las claves de la temporada y apunto mentalmente todo lo que se lleva.
Mi segundo paso, hago mi particular cambio de ropa. Una vez que sé lo que bajo ningún concepto puedo ponerme, lo que puedo mantener y lo que me gustaría comprar, entonces ya puedo seleccionar lo que se va a quedar en el trastero y lo que puede regresar al mundo de los vivos en mi armario.

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El armario de Amai Rodríguez http://www.amairodriguez.com/.


Estando ya informada, y con el material a mano, hago mis estilismos. Algunos van a coincidir con los que me había hecho el año pasado y otros, en cambio, los modificaré radicalmente.
El cuarto paso es apuntar lo que sí quiero comprarme nuevo, en plan capricho, y lo que necesito de verdad para adaptar lo que tenía a la moda de esta temporada y que casi, casi es una necesidad.
Y ya, por último... ¡hago lo que me da la real gana! Y vulnero las cuatro anteriores reglas y me quedo a gustísimo.
Llega el temido cambio de temporada en el armario y el bombardeo de tendencias. ¡Un búnker por favor!

Chicos, haced lo que os pida el cuerpo, sed absolutamente libertinos vistiendo, pasad de normas impuestas por personas a quienes ni conocéis ni les debéis nada y disfrutad haciéndolo. Que os miran por la calle, ¡mejor! No hay nada más triste que pasar desapercibido. Dejad que vuestro verdadero "yo", salga al exterior y campe a su antojo por las calles de vuestra ciudad, pueblo o aldea.  ¡¡Vive la Révolution!!
Y los que lo necesitéis, aprovechad el cambio de temporada para salir del armario, ¡no hay mejor momento!
¡Un beso fuerte!
Sylvie Tartán.

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