Revista Sociedad

Llega Eurovisión

Publicado el 06 mayo 2014 por Oscar @olavid25
Los ganadores de 2011, los representantes de Azerbaiján, el triunfo de la constancia. (Foto: Eurovision)

Los ganadores de 2011, los representantes de Azerbaiyán, el triunfo de la constancia. (Foto: Eurovision)

Cumplir años resulta mucho más aburrido de lo que admite la mayoría silenciosa. No hay mal alguno en avanzar por el calendario si uno lo hace de forma ordenada o sin ton ni son, siempre que cada uno lo haga a su gusto. Lo malo del paso del tiempo es que siempre llega Eurovisión, después del Año Nuevo, los Oscar y los Carnavales, asoma el bigote de Iñigo (así, sin apellido) y pronostica un ganador: Azerbaiyán. La vida circular marea, pero no lo hace por el vértigo de dar vueltas, lo hace por tediosa, porque no hay forma de evitar esa cita con lo peor de cada casa. No nombraré a nadie (no hace falta, porque todos los tenemos en la cabeza), ni siquiera a la voluntariosa joven que este año representa lo patrio en Copenhague. Hubo un tiempo en que traté de sumarme a la marea friki que seguía este feliz acontecimiento. Lo hice por pereza revolucionaria, pero no lo soporto. Se lo debo al paso del tiempo.

Lo peor de saltar de una década a otra es el aburrimiento. Cada año, la Mostra y la Berlinale, San Sebastián, Cannes, Venecia… El jazz de Getxo, Vitoria-Gasteiz, San Sebastián. Y, antes, San Fermín. Seis toros seis. Cada cuatro años, un Mundial de fútbol (el mejor de la historia), unas Olimpiadas (también) y cada cierto tiempo las europeas, las generales, las americanas, las autonómicas y las municipales. ¡Ah! Y las forales, y las elecciones a concejos, la fiesta de la Reina en Amsterdam, el Oktoberfest (que en las Rozas es en Mayo, como este año la Feria de Abril), los patios de Córdoba, las Jornadas del Lechazo de Valladolid (qué nostalgia), la Blanca, San Mateo, San Antolín… Tiene que haber una forma distinta de hacer un Telediario. Oiga, que los que dan todos los días, ya los he visto.

El párroco de Canena (Jaén) mirá hacia atrás y añora aquellos tiempos “en los que el hombre se emborrachaba, llegaba a casa y pegaba a la mujer, pero no la mataba”. Entonces había “un sentido moral y unos principios cristianos”. El hombre ya se ha disculpado, lo que no le exime de la culpa, ni le aparta de los calificativos que merece. Usted mismo, usted misma, desahóguese. Y ahora concluyamos: Cuando todo parece perdido, siempre surge, de lo peor, un energúmeno como nuestro amigo el párroco dispuesto a demostrar que no podemos rendirnos, que merece la pena seguir avanzando. Buena suerte Ruth Lorenzo, que las vas a necesitar.


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