Mediados de agosto. Vacaciones, sol, playa, refrescos y FÚTBOL. Porque el inicio de liga ya está aquí. Se acaba el importantísimo periodo de la pretemporada donde se habrán trabajado intensamente los aspectos físicos, tácticos, técnicos, psicológicos y de cohesión de equipo que van a servir de base para el trabajo de todo un año que tenemos por delante y en el que se habrán establecidos los objetivos que se quieren conseguir al final de la temporada.
Los jugadores deberán tener claro cuál es el estilo de funcionamiento de su entrenador, saber qué es lo que se espera de ellos y cuál es su grado de responsabilidad en la consecución de las metas que se pretenden lograr.
En el caso de la UD Melilla, Manuel Herrero, al que no tengo el gusto de conocer, tiene ante sí el reto de conseguir el ansiado puesto que da acceso a la liguilla de ascenso, puesto que se tocó con la yema de los dedos en la pasada temporada, y que este año el club sí que se ha marcado como objetivo. Para ello, deberá ganarse la credibilidad y respeto de su grupo de jugadores ya que como líder del equipo, será la base en la que se asiente su trabajo y las decisiones que vaya adoptando a lo largo de la temporada. Si consigue que los jugadores crean en su idea y en la forma de llevarla a cabo tendrá mucho camino ganado a la hora de pedirles el esfuerzo físico y mental que supone afrontar la competición con garantías.
Bajo esa credibilidad los jugadores serán capaces de entender la cantidad de minutos jugados o los partidos para los que son convocados ya que tendrán claro que todo está diseñado para lograr un objetivo colectivo en el que todos y cada uno de los componentes de la plantilla tienen un papel específico de cara a su consecución.
Durante la pretemporada habrá sido el periodo en el que las muchas caras nuevas del equipo se irán amoldando a su nuevo vestuario, con sus normas internas, y al cambio que supone vivir en este lado del Mediterráneo, que para muchos jugadores no termina de resultar fácil. Los pesos pesados del vestuario unionista tendrán un papel fundamental en la aclimatación rápida de estos jugadores facilitando en la medida de sus posibilidades una rápida adaptación al entorno en el que van a vivir durante los próximos meses y sirviendo de apoyo para los momentos en que las cosas no salgan como se esperaba, ejerciendo de líderes de una plantilla de la que se esperan muchas y buenas cosas.
Ahora sólo queda que el balón empiece a rodar y que se plasme en el campo la idea del entrenador.