Esta es una recomendación de Poesía a Mano Alzada para los que siempre quieren tener material literario nuevo y de calidad.
Recibimos con agrado la llegada de la nueva Revista Literaria Gambito de Papel, una publicación bimestral que vio la luz en Octubre de 2014, en la bella ciudad de las diagonales, la Capital de la Provincia de Buenos Aires (La Plata, Argentina) y que ofrece en sus páginas material de colección de autores noveles que se entremezcla con el de escritores que ya comenzaron a recorrer el complicado camino de la edición.
Esta publicación que está realizada por Fernando Manzini, Mariano Martínez, Jerónimo Corregido y Daniel Schechtel y que cuenta con el diseño Julieta Petroff y con las ilustraciones de Florencia Mir ofrece un espacio creativo y estimulante para lectores y escritores. Un escaparate a la nueva literatura local que muchas veces a espaldas de las grandes editoriales vive, crece y se desarrolla. En síntesis un proyecto interesante al que le auguramos un gran y trabajado futuro...
Con ustedes la Proclama que abrió el Número inaugural de esta joven revista, una suerte de editorial o acta fundacional de este nuevo espacio literario.
Una revista literaria: sí. Y en la mismísima ciudad de La Plata: también. Y encima en formato impreso: y qué. Y uno podría terminar esta presentación acá. Uno podría decir: no hay nada que argumentar ni que justificar. Uno podría decir: agregar palabras a las respuestas de arriba sería retórica ociosa, prosa diarreica, lenguaje político de adolescente en celo, moral de groupie infectado de literatura. Y sí. Y uno tendría, además, razón. Pero sucede que no todos empatizan con la concisión encerrada en nuestras respuestas secas. Sucede que son muy pocos los que comprenden, de antemano, el temblor hermoso, la nobilísima pureza agrupados en nuestros "sí", en nuestros "también" y en nuestros "y qué". Esos que nos entienden sin leernos, esos escasos hermanos de letra y sangre pueden cortar acá la lectura de esta proclama: hojeen entonces la revista, rían, salten, escupan: quedan ustedes invitados a la fiesta. Para los otros, para los potenciales hermanos adoptivos, para los que sí necesitan que los convenzamos con éticas y con estéticas, siguen estas palabras.
Sucede que queremos escribir. Escribir en serio. Escribir -con las disculpas de las feministas- como Hombres: con la cabeza y con las manos, con el hígado y el corazón; humanamente, escribir. Cierta vez, Degas le dijo a alguien: "Un pintor pinta un cuadro con el mismo sentimiento con el que un criminal comete un crimen". Así, para nosotros, escribir. Con pretendida precisión, con trabajado rigor, escribir. Con nobleza y entusiasmo y libertad: escribir. Dije libertad: la palabra, lo sé, genera desconfianza. Suena un poco a paraíso perdido, otro poco a clisé sartreano, muchísimo a moco de pendejo. No nos importa. Si la usamos -si la escribimos acá-, es porque creemos, todavía, en ella. Libertad creadora, libertad lectora: poco más -nada menos- que eso, ofrece para nosotros la literatura. Bien mirado, es mucho. En este mundo en donde el lenguaje verbal se empobrece a fuerza de ser práctico, en este sistema -perverso, deshumanizado- en donde la imaginación es diariamente asesinada por las grandes frasecitas dominantes, el puente siempre vivo y feroz de la literatura podrá siempre recuperar, para todos nosotros, la autenticidad de una comunicación por fin sincera y humana. Antes cité a Degas, ahora me toca resucitarlo a Cheever: "Una página de buena prosa me parece la forma más seria de diálogo que hombres y mujeres bien informados pueden llegar a tener en su intento de hacer que los fuegos de este planeta ardan en paz (...). La literatura, tal vez, pueda salvar al mundo".
Y ahora sí, creemos que agregar más palabras sería ya retórica ociosa, prosa diarreica, lenguaje político de adolescente en celo, moral de groupie infectado de literatura.
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