Revista Viajes

Lleida: camì del riu

Por Javieragra

El río Segre vertebra la ciudad de Lleida. Junto a sus orillas medito contemplativo muchas horas de mi vida desde que visito a mis nietos, a su madre y su marido; desde que mi corazón y mi respiración pertenecen a sus calles y a su vida en gran medida.

Desde el muro que da paso al parque de la Mitjana, paseo con frecuencia unos cuantos kilómetros bajo los diversos puentes que unen las dos partes de la ciudad. Queda atrás la Lonja, espacio de congresos y teatro levantado donde antaño estaba el mercado de los payeses, vistosa construcción que parece edificado en el aire y volar más allá del tiempo y los problemas. Atrás queda el grandioso grafiti de las cigüeñas adornando el enorme muro de un edificio de viviendas pegado al puente que conduce a la estación del tren.

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU

La Seu Vella se eleva esbelta y milenaria sobre la ciudad y sobre el río Segre.

Atrás quedan los imponentes edificios de La Seu Vella por donde he paseado en incontables ocasiones. La Seu Vella dominadora de la ciudad y que parece querer bajar siempre a bañarse al Segre, allí envía como sus emisarios a numerosas cigüeñas, multitud de patos…

La plaza de Blas Infante, conocida popularmente como de los caracoles, y su puente que desemboca en pleno centro de la ciudad, ha quedado atrás siempre junto al Segre y su cuidado margen de hierba verde para solaz y reposo de los habitantes y visitantes de la ciudad. Atrás quedan los edificios universitarios…

Más puentes y el final de la ciudad marcado por el turó de Gardeny con la impactante vista de su antiguo castillo templario. El Segre parece tomar fuerza para rebosar una especie de dique que permite pasar de un margen al otro del río. Aquí se termina el cuidado césped y el amplio paseo.

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU

Amanece entre los frutales de Lleida.

Desde aquí se estrecha el sendero entre la vegetación agreste, entre cañas y árboles de numerosos años, entre el descuidado margen del río y el continuado canto de los mirlos y otras aves que allí anidan o viven de forma transitoria escondidas en la abundosa e intrincada vegetación.

Aquí digo que es lástima no se cuide un poco la limpieza de residuos humanos que aparecen a lo largo de este paseo por el que atravesamos junto a numerosas alfalfas, sembrados y prados fértiles.

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU

Vegetación de cañas y lúpulo entrelazado en el paseo del río.

Las cañas son una primera barrera junto al sendero, en sus altivos troncos se enredan cañas de lúpulo que crecen descontroladas y silvestres como toda la naturaleza que encontraremos a lo largo del camino en el que dejamos atrás la planta potabilizadora del agua, antes de una ligerísima subida del sendero que nos deja al lado de unos inmensos campos de frutales muy bien cuidados por donde el sol amanece entre brillos rojizos y brumosos.

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU

La Pasarella de Tòfol es lugar de encuentro y meditación junto a las calmadas y sedosas aguas del Segre.

La pasera de Tòfol es un lugar de encuentro de diferentes caminos. Aquí reposamos mis compañeros perros con los que paseo, aquí saludamos a otras personas que pasean o hacen diferentes deportes, aquí escuchamos el cercano y veloz paso del tren, aquí sosegamos nuestro tiempo entre los patos que nadan silenciosos esta parte del Segre o cercanos a las cigüeñas más bulliciosas que buscan comida unos metros más allá. Es este un hermosísimo entorno de agua y silencio, de aves y vida vegetal, de palpitación de corazones y sentimientos de libertad y de paz.

Y continúa el paseo más allá del merendero que fue buena idea y hoy está abandonado y sucio por el paso descuidado, acaso mal intencionado, de algunos humanos que pasan aquí un rato y depositan multitud de suciedades sin que ningún servicio de la ciudad lo remedie.

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU

La vegetación crece agreste y multiforme en toda la orilla del río Segre.

Así llego al paraje de aiguamolls de rufea, humedal donde habitan multitud de aves. Allí descanso en alguno de los bancos esparcidos por la zona, después de contemplar extasiado el vuelo ágil de las aves, sus zambullidas en el agua en busca de alimento, sus correrías amorosas, sus quejas por haber perdido un lugar privilegiado para la observación, sus idas y venidas continuadas entre la algarabía y la eternidad del tiempo que se detiene en estas orillas del río Segre.

Javier Agra.

 

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