Revista Cultura y Ocio

Llena de tomates

Por Aceituno
Daniel Ramos

Había ventanas para mirar hacia el exterior y ventanas para mirar hacia el interior. Básicamente para eso sirve cualquier ventana pero en este caso estaban muy especializadas y no podías mirar al exterior desde una ventana que no correspondiese. Si lo hacías, simplemente no veías nada, como si hubiese un paño negro al otro lado. Era muy extraño ¿por qué iba alguien a construir ventanas “medio” inservibles?. Demasiadas cosas no tenían sentido en aquella casa como, por ejemplo, los paragüeros redondos o los tenedores de marfil con las dientes más grandes que el mango. Definitivamente se habían tomado muchas molestias en que nadie entendiese el fondo de la cuestión a base de distorsionar los detalles. Desde luego no era lo más adecuado para una casa en la que todo el mundo estaba de paso.

Algo parecido siento que ocurre conmigo. Alguien se ha tomado demasiadas molestias conmigo y, la verdad, no entiendo nada. No “entendemos” nada, porque aquí tengo que meter, nuevamente, a mi chica. Hay miles de detalles que no tienen ningún sentido: unos dolores absurdos a cualquier hora, un malestar por todo el cuerpo sin venir a cuento y en cualquier momento, unas sensaciones extrañas y desconocidas que cambian cada día… y así más cosas, siempre nuevas, siempre incomprensibles, siempre destinadas a hacernos más incómoda la vida.

Nosotros capeamos el temporal como mejor sabemos, que suele ser mirando para otro lado y evitando pensar demasiado. Un poco como la técnica del avestruz que esconde la cabeza y siente que nadie la ve. La diferencia es que en nuestro caso no es cobardía, sino todo lo contrario: precisamente para poder enfrentar todos los problemas que se nos presentan, tenemos que ignorar algunos y ocuparnos de unos pocos cada vez porque todos juntos serían muchos y nos sería imposible plantarles cara.

 A mí, sin ella, también me sería imposible seguir adelante. Es quien me cobija y me alimenta el alma, quien me da fuerzas y me recuerda que una vez fui un tipo sereno y capaz de derrotar a un búfalo. Su sola presencia ya es suficiente para que mi energía se multiplique por diez y mi ánimo se recupere de cada pequeño desastre cotidiano. Sus palabras me llegan con una dulzura y un carácter que parecen de otro mundo, una mezcla entre manantial de agua corriente y pradera de hierba, verde y plagada de flores silvestres. Cuando me mira me siento importante, incluso ahora, en estas condiciones, ella es capaz de lograrlo. Yo creo que es porque noto el inmenso amor que siente por mí. Me cuida y me acaricia el alma. Se ocupa de mí como esposa, amante, enfermera, amiga y novia, con una dedicación y un cariño, que si yo fuese tomatera estaría llena de tomates.

Así es. La situación se torna surrealista por momentos. Seguimos adelante porque es lo único que sabemos hacer: se lo debemos a nuestros seres queridos y nos lo debemos a nosotros mismos. Aunque sea algo inentendible, aunque nos cueste asimilar cada día los horrores de un presente cruel, también nos deleitamos en paladear nuestro amor, que es lo único que, finalmente, necesita una persona para seguir adelante y redoblar sus esfuerzos por sobrevivir a lo que sea.


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