La reunión comienza y Jimena, avisada por su jefe, se levanta de mi lado y se sienta a la mesa. Su jefe quiere que ella traduzca todo lo que él vaya diciendo para la tal Amanda. Atiendo a lo que dicen y observo que Jimena es una excelente traductora. Pero ocurre algo que me sorprende. En un momento dado, el señor Dumas menciona al padre de Eric y éste, muy serio pero también muy educadamente, le pide que no vuelva a nombrarlo. ¿Qué habrá pasado entre padre e hijo? Una hora después, mientras la reunión continúa su curso, recibo un mensaje en mi portátil.
De: Eric Zimmerman
Fecha: 5 de julio de 2012 10.38
Para: Judith Flores
Asunto: Tu boca
Querida señorita Flores, ¿le ocurre algo? Su boca la delata. PS: Es usted la mujer más sexy de la reunión.
Eric Zimmerman
Sin mover mi cabeza, lo observo a través de mis pestañas. ¿Tendrá morro? Lleva ignorándome desde que aparecí en la recepción del hotel y ahora me viene con ésas. Así que decido responderle el correo.
De: Judith Flores
Fecha: 5 de julio de 2012 10.39
Para: Eric Zimmerman
Asunto: Estoy trabajando
Estimado señor Zimmerman, le agradecería que me dejara trabajar. Judith Flores
Sé que lo recibe. Lo veo mirar con interés a la pantalla y cómo se curva la comisura de sus labios. Al cabo de pocos segundos, teclea de nuevo y yo recibo otro correo.
De: Eric Zimmerman
Fecha: 5 de julio de 2012 10.41
Para: Judith Flores
Asunto: ¿Enfadada?
Sus palabras me desconcentran, ¿está enfadada por algo?
PS: Ese traje le sienta fenomenal.
Eric Zimmerman
Me muevo en mi silla, incómoda. ¿Tanto se me nota? Intento sonreír, avergonzada, pero mi boca se niega. Durante unos minutos atiendo a la reunión hasta que mi ordenador me indica que he recibido otro mensaje.
De: Eric Zimmerman
Fecha: 5 de julio de 2012 10.46
Para: Judith Flores
Asunto: Usted decide
Le advierto, señorita Flores, que si no contesta a mi correo en cinco minutos, pararé la reunión.
PS: ¡Lleva tanga bajo la falda!
Eric Zimmerman
Al leer aquello, abro los ojos como platos, aunque intento mantener la calma. Se
está tirando un farol. Le encanta picarme. Sonrío y lo reto con la mirada. Él no sonríe. El tiempo pasa y yo me relajo. Lo veo mirar su ordenador e imagino que está escribiéndome otro correo cuando de repente interrumpe la reunión:
—Señores, acabo de recibir un correo que he de responder de inmediato. Un contratiempo y les pido disculpas por ello. —Y, levantándose, añade—: ¿Serían todos tan amables de dejarnos a solas unos minutos a mi secretaria y a mí? Y, por favor, por nada del mundo quiero que nos interrumpan. Mi secretaria los avisará cuando hayamos acabado.
Me quiero morir.
¿Está loco?
Abro los ojos tanto como me es posible y veo que todos los directivos recogen sus carpetas y se marchan. Jimena me guiña un ojo y sigue a su jefe. La última en abandonar la sala es la tal Amanda. Me mira con cara de perro y, tras decirle a Eric en alemán «Estaré fuera», cierra la puerta tras de sí.
Todavía sentada en mi silla lo miro sin comprender nada. Eric cierra su portátil, se repanchinga en su silla y clava su mirada en la mía.
—Señorita Flores, venga aquí.
Me levanto como un resorte y me dirijo hacia él, gesticulando por la sorpresa.
—Pero… Pero ¿cómo has podido hacerlo?
Me mira, sonríe y no contesta.
—¿Cómo has podido parar una reunión? —insisto.
—Te di cinco minutos.
—Pero…
—La reunión la has parado tú —me contesta.
—¡¿Yo?!
Eric responde afirmativamente y, justo cuando me paro frente a él, me coge de la mano y, aún sentado, me coloca entre sus piernas. Luego me empuja y me hace sentar sobre la mesa. Ante él. Acalorada, miro a mi alrededor en busca de cámaras cuando él dice:
—La habitación no tiene cámaras pero no está insonorizada. Si gritas, todos sabrán lo que ocurre.
Voy a protestar, ya que a cada instante que pasa me encuentro más alucinada, cuando Eric se acerca a mí y hace eso que tan loca me vuelve. Saca su lengua, la pasa por mi labio superior. Me mira. Después vuelve a pasarla por mi labio inferior, me lo muerde hasta que yo abro la boca y finalmente me besa. Me succiona la boca de tal manera que me deja sin aliento y, como siempre, caigo a sus pies. Me tumba en la mesa y me sube la falda. Sus manos ascienden lentamente por mis muslos hasta que siento que llegan a mis caderas. Entonces agarra el tanga y me lo quita.
—Mmmm… Me alegra saber que llevas tanga.
Disfruto el momento y entro como una loba en el juego.
Me paso la lengua por los labios y quiero gritar «¡¡¡Sí!!!». Mi gesto lo estimula y enloquece. Abro mis piernas con descaro pidiéndole más y él levanta la cabeza, sin mover el resto de su cuerpo.
—¿Llevas en el bolso lo que te dije que debías llevar siempre? Cierro los ojos y maldigo con frustración.
—Me lo he dejado en el hotel.
Mi reacción lo hace sonreír. Me incorpora de la mesa sin apenas tocarme, a excepción de la cara interna de mis muslos.
—Lo siento, pequeña. Estoy seguro de que la próxima vez no lo olvidarás. Lo miro, bloqueada.
¿Me va a dejar así?
Me da un azote en el trasero cuando me bajo de la mesa.
—Señorita Flores, debemos continuar con la reunión. Y, por favor, no vuelva a interrumpirla.
-PIDEME LO QUE QUIERAS