Cuando una persona se rompe un brazo y debe dejarlo quieto, las regiones de su cerebro ocupadas de las actividades del otro brazo aumentan de tamaño, mientras que disminuyen las relacionadas con el miembro impedido. Un estudio de la Universidad de Zúrich muestra que la inmovilización induce una rápida reorganización del sistema sensoriomotor.
El cerebro cambia su estructura al tener un brazo inmovilizado. Imagen: jronaldlee
El cerebro humano es un órgano en constante evolución. Por ejemplo, si se reduce la sensibilidad y la movilidad de algunas partes del cuerpo, se transforma plásticamente para adaptarse a las nuevas condiciones. Un grupo de investigadores de la Universidad de Zúrich han estudiado cómo cambió la estructura cerebral de 10 personas diestras que se habían roto el brazo derecho y debían llevar un cabestrillo o escayola durante al menos 14 días.
“Después de la inmovilización observamos una reducción de la cantidad de la sustancia blanca y gris en el lado izquierdo del cerebro. Además, aumentaron las habilidades motoras de la mano izquierda, lo que está relacionado con un incremento de estas sustancias en el área motora del lado derecho”, afirman los autores en el artículo, publicado en la revista de la Academia Americana de Neurología, Neurology.
“Estos resultados son especialmente interesantes para la rehabilitación de personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares u otros problemas”, asegura Nicolas Langer, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de Zúrich (Suiza).
Variaciones en las sustancias blanca y gris
Los investigadores obtuvieron dos imágenes de resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés) de los cerebros de las 10 personas que formaron la muestra: la primera, 48 horas después de la ruptura del brazo, y la segunda después de 16 días de inmovilización. A partir de estos escáneres pudieron medir la cantidad de sustancia gris y blanca.
Mientras llevaron el cabestrillo, los participantes tuvieron que usar su mano no dominante para llevar a cabo actividades diarias como lavarse, cepillarse los dientes, comer o escribir. Tras ello los investigadores observaron un aumento del tamaño del lado derecho del cerebro.
Además tuvieron totalmente inutilizada la mano derecha, lo que se relaciona con un descenso del 10% en la cantidad de sustancia gris y blanca en el lado izquierdo.
También evaluaron las capacidades motoras de los individuos tras llevar el vendaje. “Observamos que las habilidades motoras de la mano izquierda habían mejorado”, relata Langer. “Esta transferencia de destrezas está asociada con los cambios estructurales del cerebro”.
Valorar la terapia
Pero los investigadores no saben si estas variaciones son definitivas o, tras restablecer la movilidad normal, el cerebro se transforma de nuevo para volver al estado anterior.
Un tipo de terapia bastante habitual en casos de infarto cerebral u otros problemas que derivan en impedimentos en un miembro consiste en restringir el movimiento del brazo sano y dejar así que se refuerce al otro ayudando al cerebro a aprender nuevos caminos. “Este estudio muestra que este tratamiento tiene efectos tanto negativos como positivos”, advierte Langer.
“Es necesario estudiar cuándo resulta conveniente limitar el movimiento de un brazo en pacientes que hayan sufrido un ataque para mejorar la movilidad del otro miembro afectado”, opina Langer. “Además, nuestros resultados muestran que un brazo o una pierna herida deberían inmovilizarse lo menos posible”.
Referencia bibliográfica
N. Langer. J. Hänggi, N.A. Müller, H.P. Simmen, L. Jäncke. “Effects of limb immobilization on brain plasticity”. Neurology, 78. 17 de enero de 2012.
Artículo publicado en Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC).