No sabía si alguna vez iba a poder utilizar este tipo de titular que veo tanto en redes sociales -debe ser que caigo en ellos con mucha facilidad y el algoritmo de Facebook que en esencia es algo así como 'si quieres caldo, taza y media' me los muestra más de lo que sería deseable para mi salud intelectual-, así que aquí estoy contando que hace unos meses dejé de teñirme el pelo.
Parece una tontería, pero ya he respondido a varias personas a la pregunta: "¿Te vas a dejar las canas?". Pues sí. Y he alucinado un poco con otras afirmaciones tipo: "Es que tú tienes una cana bonita y te la puedes dejar" o "Anda, te has hecho el peinado de moda con el pelo medio blanco". Estas tres cosicas nunca, nunca las oigo en el caso de un hombre.
De hecho, cuando nos referimos a un señor nunca hablamos de "dejarse las canas". En ellos es un proceso natural que asumimos como normal. Sin más. Es lo que toca. Las canas asoman y no hay ni un comentario. Ni miau ni guau. Salvo el que osa teñirse. Yo tuve un jefe que se teñía y no atendía mucho a que el color de su pelo cada mes era ligeramente diferente. Ligeramente más caoba o más negro o más violín. Era el comentario general. Ya ves tú. Como nos gusta que las peras sean peras y las manzanas, pues eso, manzanas.
El caso es que a mis 44 años me sentía esclava del tinte cada 20/25 días. Como muchas de las cosas que hacemos las mujeres para estar más guapas (o eso dicen), teñirse no es cómodo. Si vas a la pelu, pierdes un tiempo precioso. Si lo haces en casa, pierdes un tiempo precioso y ensucias el baño que no veas. Estaba hasta la bola de mirarme la raíz en el espejo. A tomar vientos a la farola de Málaga, pensé. (Lo de los vientos y la farola en Málaga es cosa de mi madre).
Y aquí estoy. Con mis canas. ¿Me ha cambiado la vida? No, siento decepcionar a todos. Hay días que me siento totalmente liberada. Hay días que siento que me he echado 10 años encima. Hay días que no volvería a teñirme ni muerta porque me veo hasta más interesante. Hay días que miro con deseo un rojo fuego en el súper.
Contradicciones. Presiones. Rebeldía. Comodidad. Modas. Sociedad. Estética.
¿Por qué es tan difícil hacer lo que a uno le nace?
El otro día fui a cortarme el pelo. "¿Te vas a teñir?", me preguntó la peluquera.
Salí corriendo.
Foto: Kalvicio de las Nieves (Flickr).