Estamos pensando ya en las opciones para organizarnos cuando vuelva al trabajo. Tenemos la inmensa fortuna de contar con mi madre, dispuesta a lo que sea por sus nietos, pero estamos pensando en distintas posibilidades.
La semana pasada visité una guardería cerca de casa para la Chiquinina, que no es la misma a la que fue su hermano. Tras la visita recogí los formularios de inscripción para tenerlos ya en casa por si nos decantábamos por esa opción. Incluían muchísimas preguntas en relación con el desarrollo y los hábitos de los niños, pero hubo una que me dejó sorprendida cuanto menos:
¿El niño llora al ponerle a dormir? ¿Cuánto tiempo?
¿Cómo que cuánto tiempo? Oiga, es que yo no le dejo llorar sin más, y...bueno, no sé si estoy muy suspicaz, pero esa pregunta en medio del largo cuestionario me ha hecho dudar de la guardería. Todas las referencias que tengo de otros padres son buenas, pero no me ha gustado ese detalle. No sé si exagero, pero no me lo quito de la cabeza.