
No soy una persona de lágrima fácil. De hecho lloro muy raras veces en público, excepto cuando lo hago delante de multitudes. Sin embargo mis multitudes no tienen ojos, sino letras. Porque reconozco que algunas de esas tardes en que me he sentado en el suelo, en mi rincón favorito aprovechando el silencio... hubo quien puso a traición palabras que hicieron que me emocionase. Pocas, sí, pero me ha pasado. Me ha pasado despedirme con pena de un libro cuando hubiera querido quedarme eternamente entre sus líneas, convirtiendo sus personajes en improvisados vecinos, y también me ha pasado que, de tanto hacerme confesiones al oído han conseguido que mi corazón se contraiga hasta hacerme soltar alguna lágrima peregrina acompañada de miradas desconfiadas por si tenía algún acompañante indiscreto.
Me emocioné al conocer a Stoner, por el simple hecho de conocerlo, de verlo.. y casi por tener que despedirme de él. Y también con Fantine, madre, mujer.. perteneciente tal vez a ese estrato social que titularon Los Miserables. Cómo no hacerlo. Quién no lee con el corazón en un puño La sonrisa Etrusca o sonríe con emoción cada vez que un buen hombre comienza una frase diciendo "Sostiene Pereira.." Recuerdo haber seguido Las travesuras de la niña mala sin esperar que al final iban a llegarme de una forma tan profunda. Cómo no acordarme de Desgracia, cuya atmósfera te impregna hasta la desolación o de ese libro titulado Nunca me abandones, que coge al lector y lo estruja.
Jamás busco libros tristes, no lloro con historias de amor, sino por mi propia cuenta, me emocionan otro tipo de relaciones que hacen que lea Grandes Esperanzas y tenga el corazón en un puño en el momento equivocado si lo comparo con otros lectores. Y tengo que confesar que mis rarezas se extienden hasta este punto, porque me emocionan las palabras. No por haber expresado con ellas un sentimiento sino por hermosas. Las descripciones, de una ráfaga de viento, de un poco de lluvia, un rayo de sol... Supongo que si la luz del sol en un ángulo determinado puede convertir una flor en una obra maestra, lo mismo sucede en un texto. Y cuando me encuentro con algo así lo releo con emoción contenida por haber encontrado un tesoro. Lo memorizo, lo anoto, lo mastico... me lo quedo.
Como empezaba diciendo, no soy una persona de lágrima fácil. Hay quien si lo es y es capaz de emocionarse con mil y una películas, a mi con el cine me cuesta más. Tal vez porque esos personajes si que me ven desde el otro lado de la pantalla. No lo sé. Pero me he dado cuenta que una persona puede decir tranquilamente haber llorado viendo Lo imposible y nadie se lleva las manos a la cabeza. Ahora, si afirmas que has llorado leyendo un libro te tropiezas con un arco de cejas levantadas con incredulidad. Se puede llorar por muchos motivos: por alegría, por pena, incluso por estornudar muchas veces seguidas. Y en mi caso tengo que decir, que también puedo dejar caer una lágrima de pura admiración.
Y vosotros, ¿os habéis emocionado con algún libro que nos queráis compartir?
Gracias
