Revista Salud y Bienestar
Llueve. Si llueve no hay cofradías en Sevilla. Y esto da lugar a dos actitudes muy diferentes en mi barrio.
Por un lado, están a los que esta situación les crea una profunda congoja. No sé cómo se habrá tomado el dueño de la ferretería que no haya salido la Macarena; él, a quién ya le he escuchado en varias ocasiones a lo largo del año comentar las reuniones de la Junta de Gobierno de esta Hermandad. Mejor suerte ha tenido el de la recova; ése que adorna su tienda con fotos de la Amargura; que ellos han podido salir este año.
En el extremo opuesto, están los que se alegran de que se suspendan las cofradías, que no son pocos, y a los que también es fácil tener oportunidades de escuchar.
-No hay derecho a que durante una semana no pueda meter o sacar el coche de mi propio garaje. No hay derecho. Ojalá llueva toda la semana.
Tengo que decir que yo estoy más próximo a los primeros que a estos segundos. No porque no me solidarice con ellos, que yo también sufro las dificultades para llegar a mi propia casa durante esta semana; sino porque cuando decidí vivir en el centro, sabía que la Semana Santa implicaba forzosamente problemas en el acceso a mi domicilio durante bastantes días.
He vivido en muchos sitios de esta ciudad mía. Estuve años cerca del campo de la Feria, tolerando una semana de mañanas, tardes y noches de ruidos, y encontrando amantes, orinas y vómitos diariamente en mi propio portal. También residí años cerca de un estadio de fútbol, que cada dos semanas sigue congregando a miles de seguidores que han celebrado bastantes trofeos de competiciones a nivel europeo hasta altas horas de la noche (no me pregunten qué copa era, que no tengo ni idea, y con esto se pueden hacer una idea de lo que a mí me interesa este deporte).
Pero cada vez que he vivido en uno de estos sitios, he sido consciente de antemano de las incomodidades que suponen las concentraciones masivas de personas que se producen de forma periódica y, por tanto, las he tolerado estoicamente.
Por eso, cada vez me molesta más que haya personas que no duden en manifestar públicamente su alegría de que este año se suspendan las cofradías, argumentando las incomodidades que éstas les suponen y sin tener en cuenta a las personas que llevan el año entero preparándose para estas fechas. Procesiones en el centro de Sevilla lleva habiendo muchos siglos y, vivir en el centro, supone aceptar su existencia.
Foto: Ayer, las sillas de la Campana, vacías por la lluvia.