Llull postula una serie de principios subyacentes a toda realidad:
Bondad
Magnitud
Eternidad
Etc.
Los cuales conviven en la esfera teorética con sus opuestos absolutos:
Maldad (no Bondad)
Parvedad (no Magnitud)
Momentaneidad (no Eternidad)
Etc.
Llull razona:
Estos principios, en su vertiente afirmativa, son entes necesarios, ya que existen por sí y en ellos alcanzan el ser en mayor o menor grado todos los de su género: lo bueno, lo grande, lo duradero, etc. Si tales principios no existieran, deberían existir sus contrarios (pues no hay más que estos dos polos) y, en consecuencia, no podría existir nada bueno, grande, eterno, etc., al no darse la realidad primordial de la que participan. Pero esto es imposible, toda vez que existe lo bueno, lo grande, lo duradero, etc. Por tanto, si se concede que lo bueno, lo grande y lo duradero existen contingentemente, resulta forzoso admitir que la bondad, la magnitud, la eternidad, etc. existen necesariamente. De lo cual se sigue la existencia del ser óptimo máximo, eterno, etc., que es Dios.