El cadí le dijo: "Pues, si crees que la ley de Cristo es verdadera, y consideras falsa la ley de Mahoma, aduce una razón necesaria que pruebe esto". Pues aquel cadí era conocido como versado en filosofía. Ramón respondió: "Convengamos ambos en algo común; después te daré una razón necesaria". Como esto agradó al cadí, Ramón lo interrogó diciendo: "¿Dios es perfectamente bueno?".
El cadí respondió que sí. Entonces Ramón, queriendo probar la Trinidad, comenzó a argüir de este modo: "Todo ente perfectamente bueno es tan perfecto en sí mismo, que no necesita hacer ni mendigar el bien fuera de sí. Tú dices que Dios es perfectamente bueno desde siempre y para siempre. Luego no necesita mendigar ni hacer el bien fuera de sí, porque si fuera así no sería perfectamente bueno sin más. Y porque tú niegas la Santísima Trinidad, suponiendo que no existiera, Dios no sería perfectamente bueno desde siempre hasta que produjo el mundo en el tiempo.
Y tú crees en la creación del mundo. Y por esto, Dios fue más perfecto cuando creó el mundo en el tiempo, que antes; ya que la bondad es mejor cuando se difunde que cuando existe ociosa. Esto lo digo en cuanto a ti. Pero en cuanto a mí, digo que la bondad desde siempre es difusiva. Y esto pertenece a la razón de bien que es difusivo de sí, y así Dios Padre bueno, de su bondad engendra al Hijo bueno y de ambos es inspirado el Espíritu Santo bueno."
El cadí, estupefacto por este razonamiento, no replicó ni una sola objeción; sino que mandó trasladarlo inmediatamente a la cárcel. Una multitud de sarracenos estaba fuera esperando para matarlo. Pero el cadí hizo publicar un edicto ordenando que nadie conspirara para matarlo; pues él mismo pensaba condenarlo a una muerte condigna.
Vida coetánea