Llueve y quiero llorar. Los días de lluvia en la ciudad coinciden con mis días más oscuros, tristes y llenos de nervios. Donde, el estrés y el ansia, se hacen patentes.
El otro día, pensé: ¡Ya está! He escrito un post. ¡Qué bien!
Y, ¿ahora?
Un pequeño grito interno recorrió mi cuerpo. Como si al levantarme de la cama en la que estaba escribiendo, me dispusiera a recoger los pedacitos de un sueño. Un sueño que, al despertar, ya resonaba en mi cabeza como una vieja canción triste, de esas que, sin querer, te marcan.
… bits of a dream …
Miedo. Era el miedo. Y ni si quiera la lluvia, ni el olor a hierba mojada, calmaba ese sentimiento tan difícil de tolerar.
… i’m composing something while the pieces come together …
Paralizada de nuevo, entre las cuatro paredes de mi habitación, tenía muy claro que si hace diez años abandoné lo que un día empecé por mero entretenimiento, esta vez, tampoco dejaría de hacerlo. Quizá, años atrás, no tuve la suficiente confianza en mí misma para seguir mi anhelo. Quizá, solo me sorprenda la capacidad que tiene la naturaleza humana para desarrollar una rutina diaria y, la imposibilidad de mi persona para ser constante en algo. Lo único que puedo hacer ahora para llegar a descubrirlo es intentarlo. Ni si quiera tengo la obligación de conseguirlo.
¿Estoy segura de tener ahora miedo?
¿Y si lo que me turbase fuera que el miedo me arrastre hasta un sitio al que no estoy segura de llegar? ¿Y si mi deseo es alcanzar ese lugar?
No sé si me explíco.
En medio de esta incertidumbre, sigo dando un paseo por mis pensamientos y, llego a una clara conclusión. La vida me ha enseñado que los caminos no son lineares, y que, si la primera vez desaprovechas una ocasión y está, de nuevo, se vuelve a presentar, no está de más echarle un vistazo y sopesar las posibilidades. Merece la pena descubrir si el sustrato de nuestra vida se encuentre en las segundas oportunidades, en ese revitalizar situaciones latentes, donde encontramos nuestra verdadera esencia y la más pura vocación.
¿Lo quieres intentar?
Sí. Pues deja de retorcer la vista hacia otro lado, de contarte mentiras fundacionales, empieza a sonreír hacía fuera y junta todos aquellos pedazos que un día destrozaste para volver a empezar a componer.