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LMEDA Mundial: Epílogo

Publicado el 14 julio 2014 por Tucho
LMEDA Mundial: Epílogo
“Cuando se pierde por poco no se revisan los proyectos”.
Leí esta frase de Marcelo Bielsa en un foro racinguista que suelo visitar (sí, esas páginas partidarias algo ridículas donde los hinchas se reúnen a chatear, comentar novedades de su club, celebrar cuando va bien y elaborar todo tipo de teorías conspirativas cuando va mal). La derrota argentina fue tan exigua que vale aplicar los supuestos dichos del sabio Bielsa, y digo supuestos porque busqué y no encontré en Google. Se encontró un equipo noble, sacrificado, humilde, peleador pero buenaleche que pudo jugarle de igual a igual a una selección como la germana, que horas atrás había aplastado a Brasil en la mayor demostración de fútbol, superioridad física y mental, y desinterés por los “códigos” de la pelota que haya visto en mi vida.
Parece que Argentina, a medida que encontró su equipo -o mejor, su estructura defensiva-, perdió arriba. Atacantes maltrechos (Agüero, Higuaín; Di María afuera), más otros que jugaron más atrás en el campo de lo que acostumbran (Lavezzi) y otros a los que les quedó grande la camiseta (Palacio). Y un Messi que fue de mayor a menor, aunque levantó respecto del partido con Holanda. Si AFA fuera seria, debería confirmarse la continuidad de Sabella, no sólo por romper con la barrera de los cuartos de final sino por cómo se logró (los atributos mencionados arriba, más una unión de grupo que acaba de quedar clara hace instantes, con Sabella ofreciéndole una botella de agua a Lavezzi en el encuentro del plantel argentino con Cristina). El año que viene hay una Copa América que no cura el dolor de una final perdida, pero es un título que también nos debemos hace años.
En verdad: por una AFA seria, lo primero que debiera renovarse es la cúpula dirigencial, con Julio Grondona y su familia completa a la cabeza (¡todos tienen cargos, su mafioso e ingrato hijo dirige las categorías juveniles que hasta hace no mucho dirigió José Pekerman!). Ése es el principal cambio que debemos hacer. Y parece el más improbable.
LMEDA Mundial: Epílogo

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Había tres jugadores que quería ver con la Copa en la mano, por ellos deseaba una Argentina campeona: Messi, Mascherano y Romero. El primero, por ser un deportista increíble, maravilloso, deslumbrante; y por ser un enigma humano. El segundo, porque se erigió Jugador del Pueblo sin necesidad de los medios, sólo con su corazón, su sacrificio y su buen fútbol (estar siempre en el lugar indicado es propio de los elegidos). El tercero, porque tuvo un Mundial impecable y deseaba la coronación de un hombre de la cuna de Racing, un pibe que sigue visitando el club cada vez que viene al país, con guantes, botines y demás regalos para los chicos de las divisiones inferiores.
Messi: el enigma humano. Me apena mucho, me destroza el corazón Messi. Recibiendo un premio que es puro marketing y sabe que no merece, porque su Mundial fue bueno, pero no fue extraordinario.
Messi decidió no ser campeón del mundo, aunque muchos nunca lo hayan pensado. Messi podría haberse retirado tranquilo ya, con todos los honores y títulos posibles que da el mundo del fútbol. Pero no. ¿De qué estoy hablando?
Messi eligió. En 2010, su Barcelona en pleno (no recuerdo si 7 u 8 de los jugadores titulares del club catalán) representaba a la selección española en el Mundial de Sudáfrica. Él podría haber estado ahí, jugando con ellos, haciendo dos o tres goles, o más, y consagrándose para siempre: pero Messi eligió ser argentino (o sea, representar a su patria de nacimiento en un mundo del fútbol en que eso no importa tanto; sin ir más lejos: el vencedor de ayer, Alemania, cuenta en su plantilla con una cantidad considerable de jugadores nacionalizados, entre ellos el máximo goleador en la historia de los mundiales, el polaco Miroslav Klose). En 2004, supimos de él cuando se organizó un ridículo amistoso de la Selección Sub 20 para que Messi tuviera presencia nacional y no fuera tentado (ya lo estaba siendo) por los españoles. Allí supimos quién era, nomás.
Diez años después, sabríamos mucho más. De su juego, de su historia relampagueante en el fútbol, rompiendo todos los récords habidos y por haber, de su gesto imperturbable y sus goles insólitos, muchos de ellos parecidos a los de Diego Armando Maradona. Del entusiasmo argentino por tener otra vez al mejor (si armáramos una ridícula lista de los 10 mejores de la historia, tendríamos de seguro a tres argentinos en ella).
Y para Messi parece ser un karma. No lo expresa, le cuesta. De por sí, las siempre odiosas comparaciones esta vez olvidan algo muy importante: Messi nunca podrá ser Maradona, porque Maradona es carisma puro, lleva con una pasión desorbitante todo lo que hace, se manda cagadas, siendo el mejor muchas veces hizo lo peor, es tan argentino que asusta. Lio eligió, pero en ese sentido no tiene nada que ver: tímido, intachable públicamente, sin condiciones de caudillo (más allá de la cinta de capitán), correcto y hasta plausible de amores por parte de la FIFA, esa que a Maradona lo tilda de mufa y lo desacredita.
Quizá Messi sea parte de una burbuja tal que ni sabe dónde está, o lo sabe demasiado bien y no lo puede superar. Muchas veces leo (y yo mismo pienso) comentarios del tipo “qué lindo ser Messi, qué lindo hacer algo tan bien, tener a las mejores minas, saber que estás salvado, que te quieran en todo el mundo”. En algo nos parecemos, entonces: debe ser horrible ser Maradona, o ser Messi, ¡qué mierda va a ser lindo! Y se nota que Messi lo sufre, aunque nada diga. En algún punto me hace acordar a Bart Simpson en su personaje del Niño Yo No Fui, con todo lo que te rodea pidiendo que hagas tu gracia. Y ser el mejor durante diez años debe ser lo más difícil. No quiero más.
LMEDA Mundial: Epílogo
Por empezar, porque Messi en Argentina nunca jugó de lo mismo que juega en Barcelona. ¿Qué hacía Messi agarrando la pelota en la mitad de la cancha, si en Barcelona es quien termina las jugadas? ¿Puede ser el mejor alguien que sólo se dedica a terminar? Ahí nos pega el Sindrome Maradona, porque queremos a otro igual, que se cargue todo al hombro. Pero Messi es el mejor. Es el mejor porque los rivales le dedicaban a sus dos piernas, al menos seis piernas ajenas. Lo respetaron porque le temían, y distraídos por Messi se olvidaron de Di María (los suizos), de Enzo Pérez (los holandeses), y de Lavezzi (ayer, para qué lo sacaste, Pachorra...).
Otra pregunta: ¿puede ser el mejor alguien que camina la cancha con el equipo parado en defensa? Reconozco que es difícil de soportar y es doloroso verlo pero, o aquí falló un pedido técnico o de sus propios compañeros (que no creo que haya existido: pedirle a Messi que presione más); o quienes le piden eso nunca vieron que en Barcelona juega 60 partidos por año y jamás de los jamases lo hace. Él es el rey y él, nada más ni nada menos, tiene que estar para el toque final. Son cosas que ya están en su juego y si no cambiaron fue porque nadie las recriminó. Tomad o dejad.
¿Qué carajo pensara Messi? Ya es el goleador histórico de uno de los clubes más prestigiosos del mundo, ya logró todo lo que puede lograr un deportista en ese ámbito, el de clubes. Sólo le queda, “sólo”, la espina que ayer no se pudo sacar. Así y todo, está cerca y seguramente se convierta en el goleador histórico de la Selección. Pero ayer no hizo el suyo. ¿Cómo explico que el único tipo que definió bien su mano a mano con Neuer fue Messi? ¿Qué por 10 centímetros, hoy, muchos periodistas, sabihondos de ocasión, y el común de la gente en las redes sociales, se está burlando de él y lo está criticando cuando, por esos diez míseros centímetros, podría estar amándolo y diciendo “es nuestro”? Porque el único de los delanteros argentinos que tuvo la frialdad de apuntar y no tirar a la marchanta fue él. Pero parece que el destino dice no, que él no puede o no quiere (harto de ser siempre el que hace la gracia, como El Niño Yo No Fui), que hay algo que no cierra. Y es muy doloroso: los mismos que cantan tu nombre con fervor y que te toman como bandera, se limpian el culo con esa misma bandera cuando el árbitro pita el final.
Por 10 centímetros.

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