Por Jesús Garzás
Lo malo de hacer lo correcto es que no se suele percibir una recompensa inmediata, es más, al contrario, existe un riesgo real de que te hagan sentir un pringado.
Hacer lo correcto está conectado a unos principios y a unos valores intrínsecos que no suelen estar directamente vinculados con ningún elemento que funcione como motivador extrínseco. Y eso, en el mundo en el que vivimos que, como cantó Madonna, es cada vez más material, puede acarrear desconcierto o dudas precisamente en los que, desde un punto de vista de coherencia con sus valores, se comportan bien.
Hacer lo correcto no suele ser una buena inversión en el corto plazo, pero, sin embargo, en el largo plazo es lo único que garantiza la paz...con uno mismo... y con los demás.
Cualquiera que estudie teoría de juegos o aplique la lógica en su pensamiento deductivo sabría que, si en un atasco todos mantuvieran su carril y una velocidad constante, todos saldríamos más rápido del mismo. También es cierto que, si tomamos las decisiones adecuadas (concepto que para alguno puede incluir ilegalidades) en el momento justo para cambar de carril, podremos salir mucho antes que el resto.
¿Qué merece la pena entonces? ¿Mantenerse en el carril en pos del bien común o empezar a maniobrar en busca de esa pequeña posibilidad de combinaciones de cambio que te llevarán a ganar un par de minutos máximo (si has conseguido escapar del incremento de posibilidades de tener una colisión)?
Reconozco que he planteado la pregunta de manera capciosa, pero la trampa es que desgraciadamente conozco la respuesta: muy poca gente resiste a la tentación del cambio de carril.
Este ejemplo me lleva a los debates que quería traer hoy. ¿Por qué resulta tan difícil hacer lo correcto aún cuando sabes que lo es? Y, sobre todo, ¿por qué es tan fácil lograr que te inunde la indignación o directamente el cabreo cuando lo haces? ¿Por qué el que se cuela de manera egoísta se siente más listo y el que persigue el bien común se siente como un gilipollas?
Esta es la gran paradoja que tiene al mundo patas arriba, ese hedonismo cortoplacista que convierte en mierda todo aquello que contagia. Esa maldita obsesión por el logro material que se nos inculca por todos lados desde pequeños, ese ser más que lo demás, ese fin que justifica los medios que decía Maquiavelo. Esa cultura del éxito (mal entendido) que domina la sociedad y que nos lleva a percibir el mundo desde una óptica egoísta al poco de haber nacido.
Ojalá fuésemos seres tan maduros (yo al menos no lo soy) para que la propia satisfacción personal de hacer lo correcto acallase todas esas voces internas (y a veces externas) que te cuestionan constantemente si mereció la pena, ojalá la envidia fuese un bichejo más fácil de controlar, pero desgraciadamente con hacer lo correcto no basta... también hay que tragar saliva, respirar hondo, domar la paciencia, y confiar ciegamente en que la inversión en valores, los tuyos personales, proporciona dividendos que no tienen precio, y sobre los que quería hablar hoy.
Lo bueno de peinar canas es que cuando hago reflexiones sobre el largo plazo puedo basarlas en mi experiencia. Lo malo de basarlo en mi experiencia es que lo que cuento no es extrapolable a todos por defecto, cada uno tenemos nuestros valores y nuestras circunstancias.
Dicho lo cuál quiero hacer una excepción y contar qué beneficios me ha traído hacer lo correcto a largo plazo, porque sin que sirva de referente, creo que hacer lo correcto necesita un poco de buena prensa que sirva de alivio para aquellos que viven en el cetro de la paradoja de sentirse gilipollas por haber actuado conforme a sus valores. En cualquier caso, pido disculpas por adelantado por el tono de Papá Pitufo que puedan contener los siguientes párrafos.
Hacer lo correcto me ha proporcionado sobre todo tranquilidad en la vida. Poder dormir a pierna suelta. Supongo que un poco de mi calma natural venía de serie en mis genes, pero tengo claro que el actuar conforme a tus valores te permite vivir con relajación casi cualquier tema. Cuando haces lo que consideras correcto, aunque el resultado no sea el esperado, podrás tener margen de mejora (esto siempre), pero difícilmente tendrás cosas que echarte a la cara que te puedan atormentar. Y cuanto más constante eres con este comportamiento menos peso acumulas en la mochila de experiencias que todos cargamos a la espalda. A ciertas edades, os lo garantizo, se agradece poder sentirte ligero.
Agilidad de la buena es poder actuar sin sentir cargas extra sobre tus hombres, poder hablar de cualquier tema sin la tensión añadida de tener que medir tus palabras por temor a que aparezca algún cadáver que guardabas en el armario.
Hacer lo correcto es la mejor educación que puedes dar a tus hijos, porque nada educa mejor que el ejemplo.
Actuar conforme a tus valores, te dota de coherencia, y eso genera a la larga cierta previsibilidad de la buena, de la que desemboca en confianza y respeto.
La confianza y el respeto son dos de las mayores recompensas intrínsecas que como seres humanos podemos recibir. No están garantizadas por hacer lo correcto, nada lo está, ya sabéis, pero hacer lo correcto de manera constante, a lo largo del tiempo, es la única vía para alcanzarlas.
Y a veces, fíjate tú, llegan recompensas y resultados, y cuando eso pasa, te sabe mejor. Como el sexo con amor. Y es que hacer lo correcto es, en última instancia, un acto de amor a tus valores. Se podría decir, a modo de conclusión final que, lo bueno de hacer lo correcto es que cuando te miras al espejo te reconoces.
Para terminar, os contaré un secreto, la idea de escribir este post viene porque hace unos días en un atasco permanecí en m carril (como intento hacer siempre), y lo mejor, lo hice con total sensación de paz a pesar de los "listillos" que se colaban sin parar. Llegué a pensar que con la edad estaba alcanzando un punto de madurez total... y me vine arriba escribiendo este artículo.
La realidad es que ayer en otro atasco, y con el humor más cambiado, permanecí en mi carril, sí, pero odié con toda mi alma a los "listillos" y les dedique algún calificativo que prefiero no reproducir. El camino a la paz interior es claro pero plagado de obstáculos, pequeños saltamontes*
*término utilizado para demostrar que peino canas.
Fuente: http://enbuenacompania.com/lo-bueno-de-hacer-lo-correcto/