Revista Opinión
Lo siento, no he podido evitarlo, me he visto con Podemos.
Ha sido algo casual, no forzado, sin buscarlo. Tras una orgía política de 5 horas de duración, donde ha habido más encuentros inevitables. Por ahí andaba Equo, gente de Construyendo La Izquierda, de la CNT, de CCOO, del 15-M, de asociaciones vecinales…
Una orgía política provocada por la sempiterna manía de la unidad. Y es que no es tarea fácil organizar el recibimiento a una marcha de más de 100 personas que van a recorrer andando algo más de 300 kilómetros en apenas 10 días. Los que estamos a pie de tajo todos los días sabemos lo que es esto.
No es tarea fácil. Lo nuestro nos ha costado.
Uno tiene la manía de, en torno al trabajo, a la lucha cotidiana, al día a día, a unos mínimos, provocar espacios de unidad que trasciendan más allá de las estructuras burocráticas de las organizaciones al uso. Es decir, que desborden, que provoquen la unidad de la mayoría de la sociedad, de la mayoría de puteados y puteadas de este país.
Son manías que a veces se suman a las manías de otros y otras, hasta que devienen en cosas tan heterogéneas y tan majestuosas como son los espacios organizativos de las Marchas de la Dignidad del 22-M, los espacios donde se organiza la unidad.
Para generar estos espacios de unidad hay que quebrarse la cabeza, verse con gente con la que sabes que en muchos aspectos vas a chocar (y chocas). Tener una paciencia enorme. Pero es que no hay otra, nunca la ha habido.
Los terremotos políticos tienen lo bueno y lo malo de que le hacen a uno pensar y repensar muchas cosas que hasta hace poco parecían perfectamente cimentadas en nuestras estructuras mentales. Podemos es uno de esos terremotos.
Lo cierto es que en algunas ocasiones entiendo que Podemos esté ocasionando auténticos quebraderos de cabeza. Entiendo las cabezas de los inamovibles y los apoltronados.
No entiendo las cabezas de los que, siendo militantes de base, activistas del día a día, ven en Podemos una amenaza y un peligro al que enfrentar.
Quizá sean sólo idas y venidas que sufre uno a ciertas horas de la madrugada, pero, ¿por qué tenemos tanto miedo?
Como si de una aventura sexual llevada en secreto se tratase, sólo puedo confesar algo (y que no se enfade mi pareja): me he visto con Podemos, en mi ciudad. Y volvería a hacerlo.
Bienvenidas las personas que ayuden a extender el camino de la subversión.