Estos días no me puedo quitar a mi hermana de la cabeza, que está en uno de esos momentos en los que tienes que tomar decisiones que afectarán radicalmente a tu vida, y te ves como en un libro de "Elige tu propia aventura" y desearías poder hacer trampa e ir hasta el final de la historia para saber si escogiste el camino correcto o no.
Pero no se puede.
Ayer, leí el inspirador post de Maïder y deseé ser tan joven y libre como ella para lanzarme a la piscina. Más tarde, en la ducha, donde elaboro todas mis teorías y arreglo todos los males del mundo, me di cuenta de que siempre he puesto esa misma excusa. Nunca he tenido la valentía edad adecuada para hacer las cosas. Una combinación de ese pretexto con el de "todavía no está perfecto" ha ido moldeado mi sendero.
Vivir es decidir, eso está claro. Todos los días tomamos muchas decisiones, algunas parecen más pequeñas de lo que en realidad son, y viceversa. Un cigarrillo, una llamada, posponer la alarma del despertador, nuestra indumentaria, la primera página de Internet que abrimos... Puede que estemos haciendo elecciones que, encadenadas por sus causas y efectos respectivos, lo trastoquen todo. Puede.
Pero si la vida no se puede deshacer, sí es posible rehacerla.
19 centésimas me impidieron empezar Comunicación Audiovisual allá en la era del discman, y empecé Psicología porque había que ir a la Universidad (¡todas mis amigas iban!). De 16 asignaturas aprobé 3. Para los padres de una niña a la que sólo le quedaban las matemáticas de vez en cuando fue un shock. Y para la "niña". Entré entonces en un módulo de Imagen gracias a mi padre y, por fin, tres años más tarde, en la carrera que quería hacer. 23 matrículas de honor después me concedieron un premio nacional, signo de cuánto me gustaba lo que hacía, pero que no me sirvió más que para que no me cogieran en ningún sitio. ¿Habéis visto a la gente de audiovisual? (muchos vestimos de Skunfunk, Maíder, por cierto! jeje). Supongo que al ver mi currículum pensarían que era un ratón de biblioteca con gafas de culo de vaso y que no sabría tirar cable. Como no me daban ni la oportunidad de ir a una entrevista, no llegaban a saber nunca que no era así.
Abreviemos, que he leído que en los blogs hay que poner más fotos y menos texto :/
La cuestión es que la vida se la hace uno, Sonia. Yo, poco a poco, coloreo la mía como a mí me gusta. Y voy perdiendo el miedo a no acertar. A lo mejor no puedes bailar este año, pero quizá sí el que viene. Eso sí, si de verdad es eso lo que quieres hacer, prepárate para estar lista cuando llegue el momento, porque la suerte no existe. Yo quería hacer películas, y los novios que confían en mí me permiten contar historias, a mi modo, y que alguien se atreva a decirme que no es lo mismo, porque si lo pusiéramos en pantalla grande otro gallo cantaría. A lo mejor tienes que trabajar en cosas que no te gustan para un día poder comprarte las cámaras estupendas que necesitas para tus peripecias.
No hay que venirse abajo ante los obstáculos, quizá ni siquiera haya que intentar saltarlos por si perdemos los dientes sino esquivarlos de una manera inteligente. No sé. Pero no tengas miedo de elegir, porque no hay nada definitivo, y si te equivocas, pues rectificas. Tienes derecho a equivocarte.
Pero haz algo. Porque lo contrario a la acción no es el error, sino la inacción. Y si no haces nada, no te equivocas, claro, pero tampoco consigues aquello que te propones, y al final te conviertes en una bola de paja de esas que cruzan el oeste americano y que nunca sé cómo se llaman. Pero bueno, que esas pelotas de heno no hacen nada más que rodar por ahí perdidas. Y tú no querrás eso para ti misma.
Hagas lo que hagas, yo te apoyo.