A ver, por partes:
1. Me pirra el Tenorio. 2. Bécquer en este blog no es Bécquer. Es MI Gustavo Adolfo de MI alma. 3. Quiero buñuelos. Otra cosa es que los coma porque a) Mi estómago aún no está para alegrías y b) No quiero empeñar un riñón para poder comprarlos. Tiquismiquis que es una. 4. Voy a asar castañas. Ñam.5. Iré de cementerios y aprovecharé para hacer fotitos tétricas.
O sea, que cumplo con todos los requisitos de Cómo se tiene que comportar un Español de España en las vísperas del Día de Todos los Santos y en el Día propiamente dicho.
Dicho esto, procedo.
Me gusta Halloween.
Y me hace gracia. Y no veo que sea tan malo que la tradición de los disfraces, las calabazas y demás haya traspasado fronteras. Porque, a fin de cuentas, sigue siendo la misma cosa. Y porque hay que tener en cuenta que nuestra visión tradicional de esta festividad ha estado muy influenciada por otras... eso, influencias. Religiosas, digo. Pero que, en esencia, lo que se celebra aquí, allí y acullá es lo mismo. Y lo que es, es. Una fiesta pagana, oiga. Que aquí, y en otros lugares, se moldeó y adaptó a los planteamientos cristianocatólicosromanosyapostólicos. Pero venir, viene de antes. De mucho antes. De mucho, mucho antes.
Samhain, vamos. Que aquí -por estas latitudes al menos- quien más quien menos tiene un yayoantepasado celta.
Ergo, me pregunto qué hay de malo en adoptar unas costumbres que, en realidad, fueron nuestras antes que suyas. Que representan y significan lo mismo. Que son paganas. Y, digo, que por qué no se puede disfrutar de las dos versiones.
Otra cosa sería que aquí empezáramos a darnos al pavo por el Día de Acción de Gracias, que ni nos va ni nos viene. Ahí si ya yo me levantaría iracunda y cabreada. Pero eso, por ahora, no ha sucedido.
Total, que menos cerrarnos la rebeca de golpe con cara de desaprobación y morro retorcido y más vivir la vida. Coñe ya.
Happy Halloween, you all!