Esa persona apareció un día gris, en mi vida. Lo vi con indiferencia, me abrazó sinceramente. Y lo olvidé. Pero otro día de muchos. Un día que cambio mi rutina, uno de esos días que no esperas mucho. Un día triste porque las cosas no salen como esperabas debido al cambio de planes. ¡zaz! Que hermosa casualidad!
Lo noté caminar cerca de mi. Yo, sin mucha emoción lo vi. Luego pasé cerca de donde el estaba sentado. Nadie a nuestro alrededor podía adivinar siquiera lo que cada uno sentía por el otro. Ni siquiera nosotros mismos. Con indiferencia lo vi. Cuando pasé por segunda vez, dejó de leer y noté que me siguió con la mirada.
Cuando al final me levanté de mi lugar, con una mirada disimulando lo note, pidiendo en secreto, que se acercara a mi. El estaba nervioso, temblando, inquieto. Y me preguntaba será por mi, apuesto que sí. Estaba tan segura. Y me decía si es para mí, vendrá.
Sus pies me señalaban como demostrando su deseo de apresurarse hacia mi. Hasta que una amiga en común me habló y el se aproximó y le habló a ella. El gentío nos impedía acercarnos para saludarnos. Hasta que nos tomamos de la mano. Pensé… no me conformo con su mano. Titubeamos para saludarnos de beso en la mejilla hasta que nos decidimos, ambos al mismo tiempo, aunque las personas nos alejaban, fue como si nada pudiera impedirnos estar juntos, podían mas el querer hablarnos que lo que pasaba alrededor. Aunque había mucha gente solo existíamos él y yo. El también deseaba saludarme así…