Revista Opinión

Lo espontáneo, las buenas maneras y la precisión.

Publicado el 31 agosto 2012 por Miguelmerino

 

Algún día y por quien corresponda, se deberá tributar un homenaje de admiración a las buenas maneras. Debido al auge de lo llamado espontáneo,  auténtico, natural, las buenas maneras han adquirido un tinte de hipocresía nada justo, casi diría que torticero. Sobretodo porque lo espontáneo, lo auténtico, lo natural, no está reñido con lo educado, lo cortés, lo respetuoso. Vamos, el viejo refrán aquel de que lo cortés no quita lo valiente.

A riesgo de parecer un abuelo carpetovetónico, me parece a mí que las nuevas generaciones confunden el culo con las témporas en el trato con los demás, llegando incluso a justificar su falta de cortesía como sano indicio de una educación sin prejuicios. Por ejemplo: no ceden el asiento a una señora, porque eso, sería una actitud machista. Item más, no ceden el paso en la acera a los ancianos, porque ésta, sería una actitud “gerontofóbica”. Lo espontáneo, lo auténtico, lo natural, es que el primero que llegue se siente y el que no quiera ir de pie que coja la siguiente guagua. Eso sí, lo espontáneo, lo auténtico, lo natural, sólo se demuestra en lo zafio, lo soez, lo maleducado. Todo lo demás, son corsés que oprimen el natural discurrir de la vida.

En mi opinión, de abuelo carpetovetónico, cuando se ve a los demás como semejantes, como personas al menos tan importantes como uno mismo, lo espontáneo, es ceder el asiento, lo natural es conceder la parte interior de la acera al que se nos cruza, lo auténtico es pedir permiso para entrar en un recinto ocupado por otra persona, sobre todo si ese recinto es su casa, su despacho etc., lo lógico, es responder los buenos días, con otros buenos días claros, diáfanos, sonrientes, aunque la persona que nos los ha dado no sea nuestra mejor amiga, incluso si es enemiga. Y esto no es hipocresía, son normas de comportamiento que hacen mas agradable el día a día y que no cuestan, ni tiempo, ni dinero.

Hipocresía es, reír las gracias al jefe, aunque maldita la gracia que tenga. Hipocresía es, alabar el vestido a la mujer del jefe y por detrás decir que la viste su peor enemigo. Hipocresía es, por ir terminando, todo aquello que disfrazamos de buenas maneras y que no son mas que adulaciones serviles por intereses económicos, sociales o de cualquier otra índole.

¡Viva la espontaneidad, la naturalidad, la autenticidad! Pero vestidas con el glamuroso traje de la buena crianza.

Dicho todo lo dicho anteriormente, las buenas maneras obligan a llamar a las cosas por su nombre y no utilizar subterfugios, eufemismos o disimulos que puedan confundir.

Al zangolotino aquél, que le reía las gracias al jefe mientras se estiraba en el suelo cuan largo era, para servir de alfombra; por muy fino que quede, no se le puede llamar escatófago o coprófago. Ni siquiera en nombre de las buenas maneras, hay que llamarle “comemierda”. Las buenas maneras obligan a no dejar dudas sobre lo que se dice. Si esto se puede decir de forma amable y elegante, pues se dice, pero si no se puede, hay que decir las cosas con la contundencia debida, para que nadie se llame a engaño. Si hay que llamar a alguien “comemierda”, se le llama. Un escatófago o coprófago es otra cosa. Que da mucho asco, pero otra cosa. Un escatófago es un señor que literalmente come excrementos, pero no un “comemierda”. No sé si ha quedado claro.

Pongamos otro ejemplo. El clásico “hijo de puta”, que nada tiene que ver con la profesión de la madre. No se le puede llamar en aras de las buenas maneras pongamos por caso: vástago de meretriz. No, no se puede. No sería exacto y por lo tanto, atentaría contra las buenas maneras, que ya hemos dicho que obligan a decir las cosas de forma amable pero inequívoca. Y estarán ustedes conmigo en que no hay otra forma de llamar al “hijo de puta”, aunque haya nacido en un laboratorio. Los hijos de las prostitutas son otra cosa, nada que ver, ni de lejos.

Se me ocurren varios ejemplos más, pero no aportarían nada nuevo a lo ya explicado y resultarían redundantes.

Lo dicho, hay que mantener las buenas maneras y decir las cosas con sinceridad, pero de la mejor forma posible. Ahora bien; si por endulzar las formas, se puede caer en la imprecisión, llamemos a las cosas por su nombre. Si no podemos ser elegantes, tampoco resultemos confusos.


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