Me ha llegado un correo para recordarme que en junio el sindicato Unión de Profesionales de la Comunicación de Canarias cumple diez años. Diez años de lucha, en silencio como el tema de los hemorroides, por los derechos de esta profesión denigrada y vapuleada hasta el ninguneo de la censura, las condiciones laborales precarias y el ridículo llevado al punto de negar todo lo que se había conseguido. Éramos dioses y ahora somos mendigos me dijo alguien una vez.
Sigo. Una década en la que por primera vez en la historia de este trabajo, en este lugar alejado de los continentes, los periodistas se unieron, o lo intentaron, para decir que también éramos trabajadores y que nos tuvieran en cuenta.
En la primavera de 2003 esperábamos por fuera del edificio Hamilton de Santa Cruz a que acabara el trabajo en ACN Press, y entonces subíamos, clandestinos, a reunirnos en la oficina de Ramón Pérez Almodóvar, que estaba enterrado entre comunicados, papeles y copias de sentencias judiciales. Sus ojos claros pedían a gritos dignidad para los trabajadores, y muchas veces incluso pensamos que se excedía en sus reivindicaciones casi incendiarias.
Éramos novatos en la profesión, algunos más que otros, y en el sindicalismo. Pasaron diez años y aún lo somos. Y nos veíamos allí, a escondidas con el propio Ramón, Félix Díaz, Cándida González, Leopoldo Pérez, Alberto Lemus, Nuria Díaz, Macu López, Cosme Orta, Fernando Pérez, Sol Rincón, Pepe Torres y quien esto escribe, y luego se incorporaron algunos más como Naima Pérez, Carmen Quintana, Gabriela Gulesserian y otros que fueron llegando (y formando parte de los órganos directivos). Dimos forma a aquello y fundamos un sindicato, pero cometimos un error grave: en aquel momento podíamos haberlo hecho mejor, podíamos haber encendido las mechas de los cócteles molotov y no lo hicimos, decidimos ser civilizados, luchar con lo que sabíamos, la información, el discurso contrastado y elaborado, el sentido común, la negociación razonada…. Y así nos fue.