Revista Cine
El, como siempre, muy excesivo y caricaturesco personaje que Sam Fuller encarnaba en su película “Les voleurs de la nuit”, la contemplaba en una pequeña pantalla diciendo que era “la mejor película del mundo”.“La storia vera della Signora dalle Camelie” de Mauro Bolognini desde luego no puede dejar indiferente. Ni tampoco el cine de Bolognini, uno de los más personales (y olvidados; espero que lo uno no esté relacionado con lo otro, aunque mucho me temo que sí, ¿dónde encasillarlo?) grandes realizadores italianos posteriores a la hornada neorrealista.Sorprende esta iconoclasta adaptación, todavía más si se recuerda la famosa versión de George Cukor, porque todo va mucho más allá de la actualización que traen los tiempos (hay cuarenta y cinco años entre ambas) y la libertad para mostrar ciertos aspectos delicados del relato.Imagino que no hay “verdadera historia” cuando se habla de un personaje de ficción (sacado además de una novela tan reputada) y eso perjudica de entrada el recibimiento que pueda dársele al film, mucho menos pretencioso de lo que pueda pensarse. Es simplemente una variación, (no una fantasía, en la realidad la conoció tal y como se cuenta en el film) sobre el personaje que inspiró a Alexandre Dumas, hijo y de alguna manera "contiene" en su interior la película de Cukor (de hecho Dumas padre e hijo tienen una presencia importante en el film y también Marguerite Gautier, teatral y falsa).Rara vez puede de todas formas el cine de Bolognini ser criticable por tener ínfulas de grandeza; gustaba de expresarse - no precisamente "sotto voce", alto y claro - a través de marginados de todas clases: prostitutas, inadpatados, enfermos mentales, acomplejados, fracasados, asociales... Alfonso Pérez Orozco, que lo conoció en persona, me contó que era un hombre culto y refinado. Yo no lo dudo. En esos primeros 80, está la última gran época para Mauro Bolognini. En la década anterior, sin grandes elogios críticos, había rodado su obra cumbre (“Bubú” en 1971), tres grandes films (“Per le antiche scale” en 1975, “L´ereditá Ferramonti” un año después y quizá con reservas, necesitaría volver a verla, también podríamos incluir ahí a “Fatti di gente perbene” del 74), un film parcialmente fallido pero lleno de posibilidades interesantes, “Imputazione di omicidio per uno studente” en 1972 y, a falta de conocer “Libera, amore mio”, un correcto episodio en el film colectivo “Dove vai in vacanza?” y sólo un claro fracaso para mi gusto, “Gran bollito” del 76.“La storia vera…” en 1981, cierra brillantemente, para los que lo admiramos, su filmografía, que tratamos de olvidar ciertas cosas que vinieron después.Si hay algo en común, lo único en realidad, que tiene "La storia vera..." con el film de Cukor es la presencia de una actriz que absorbe completamente la puesta en escena, una Isabelle Huppert recién salida de tres películas mayúsculas: “Heaven´s gate”, “Sauve qui peut (la vie)” y “Loulou” nada menos. La Huppert, todavía maleable y atrevida (tardaría años en tener ese aplomo y al mismo tiempo esa rara fragilidad), soporta (no "disfruta", como la Garbo en su día) el peso de las constantes idas y venidas de su personaje, de cama en cama, sin moral ni rumbo, en un ejercicio casi persecutorio. La cámara de Bolognini la busca y la trata de exponer - primero para que veamos cómo le arrancan la inocencia y luego en contra de su voluntad cuando cree tener la sartén por el mango y decidir a su antojo con quién se ve- a la mirada de las gentes de su época que la condenaron por ser precisamente el reverso de ellos mismos, de sus más bajos instintos y vicios, y a los nuestros, que no podemos juzgarla ni tampoco alinearnos con su proceder, en un inteligente ejercicio desafiante que arroja resultados nada casuales. El romanticismo queda abrasado. Quizá eso fue precisamente lo que encandilaba a Fuller, esa reducción del melodrama a pulsiones físicas, sin bonitas palabras.Si lo que pretendiese Bolognini fuera “autenticar" a Dumas hijo, el film es discutible y quizá hasta prescindible, al quedar su figura incardinada en un fresco salpicado de orgías y opio, que trata de alejarse de lo que suponemos vamos a ver tanto como puede, sin buscar ninguna metáfora ni conexión con la realidad de su país en esos años o sacar nada en claro (si se buscan segundas lecturas) de tal complicación, como se dice ahora de la excelente "Vincere" de Bellocchio por cierto.Pero no me parece que esa sea la intención de Mauro Bolognini, que yo diría que parece más interesado, como siempre, en comprobar si alguno de sus habitantes y en especial esta cortesana Alphonsine Plessis es capaz de quebrar (y contagiar ese impulso) las reglas de su tiempo y de la sociedad en que le toca vivir para encontrar un camino propio, una paz, incluso por encima - o por debajo - de lo que Dumas expondría posteriormente, dulcificado, a sabiendas de que es imposible.Bolognini cuida la puesta en escena decadente y los decorados sin embellecer vacuamente ni ahorrar detalles escabrosos, moviéndose con insultante soltura en ese terreno que sólo parece haber quedado como propiedad de Luchino Visconti, con el que tanto se le comparó para salir perdiendo siempre, la mayoría de veces injustamente.No creo que nadie atribuyera de todas formas ningún mérito al a menudo muy poco fiable Pasquale Festa Campanile, coautor según algunas fuentes de parte del film. No sé cuánto hay de cierto en ello.Es importante señalar que, más allá del evidente acento - que suena a "ajuste de cuentas" desde la escena inicial - sobre el libreto que tuviese Bolognini, "La storia vera della signora dalle camelie" es, además de elegante y equilibrada, desgarradora y brutalmente emocionante, un bello retrato de una mujer que utilizará a los hombres y en el interín se enamorará irremediablemente no de ellos, sino de la vida, de la libertad, pero que es reducida a cenizas bajo la luz de los focos. Los pocos que de verdad la quisieron, su padre y el Conde que incorpora Fernando Rey (algo así como una versión madura del inolvidable personaje que interpretó en "Cet obscur objet du désir") nada podrán hacer para evitarlo.Sí, es un film impúdico y nada discreto, toma riesgos y está a punto de descarrilar (no sé si como la versión "modernizada" de Cottafavi, "Traviata 53", que ya me gustaría poder ver) del manual del perfecto melodrama. Esas son las virtudes, que parecen defectos, del cine del gran Mauro Bolognini y hay que tomarlas o dejarlas.