Revista Cine
‘Lo imposible’, el buen cine siempre emociona
Publicado el 08 enero 2013 por Cinemalights @CinemaLightsEl 26 de diciembre de 2004 un terremoto de 9 en la escala de Richter sacudió el fondo del océano índico, provocando una serie de tsunamis que devastaron las costas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India y Maldivas, entre otros. Se calcula que, entre muertos y desaparecidos, el número de víctimas llega casi a las 230.000 personas. Aquel día, millares de casas, pueblos y familias fueron destrozados. Estos son los hechos, los números, pero ¿cómo se explica?, ¿cómo se puede plasmar todo el sufrimiento, el dolor, la compasión, el amor, el miedo y la heroicidad? Algunos, muy seguros de sí mismos, creen que se puede hacer sin derramar una lágrima. Pues permítanme decirles que eso no se puede hacer. Las emociones están ahí, sería una falta de respeto no ponerlas. La cuestión es cómo se tratan esas emociones, y la respuesta es con sinceridad y honestidad, que es lo que ha hecho Juan Antonio Bayona con su segundo y magistral largometraje, Lo imposible.
Después de su estreno en el Festival de San Sebastián, un muy acertado tuitero dijo: “que todos los que acusan a Lo imposible de ‘pornografía emocional’ [sic.] me digan cómo explicar una historia como ésta”. Exacto. Vayan ustedes y díganme si todas y cada una de las emociones que aparecen en esta película, y las lágrimas que generan, son falsas. Estamos hablando de una historia verídica, una familia que sobrevivió a los efectos del tsunami, pero que al igual que todos los que ese día presenciaron la catástrofe, han quedado marcados de por vida. Por tanto, tampoco podemos acusar a la película de sentimentaloide por el desarrollo o final de la historia, porque ésta pasó realmente. Es verdad que esta historia en concreto acaba bien —la verdadera María hablaba en una entrevista de, simplemente, suerte—, pero mientras tengamos claro el contexto, mientras no olvidemos en ningún momento el incontable número de historias que no acabaron bien, como nos ayuda a ver el trasfondo y subtramas de la película, esta familia —aquí de cualquier nacionalidad— será un testimonio perfecto de lo ocurrido aquel diciembre. Antes he escogido las palabras “no se puede hacer” en lugar de decir que “es imposible”. ¿Por qué? Porque lo imposible a veces tiende a hacerse realidad, como que los miembros de una familia se encuentren en medio del caosy de una devastación que, sorprendentemente, saca en ocasiones lo mejor de las personas; o como que un director consiga narrar con exquisita brillantez todos esos sentimientos que parecían tan imposibles de plasmar en un primer momento. Que Juan Antonio Bayona haya conseguido lo imposible hace de ésta una gran película, tanto en lo artístico como en lo técnico, pero vayamos por partes. Todo empieza con el guión. Sergio G. Sánchez encuentra la forma perfecta de contar esta historia, un drama, sí, pero que utiliza puntos de apoyo, como las estrellas de Geraldine Chaplin, la naturalidad del pequeño Daniel, o algunos toques de humor —la Coca Cola— que sirven al espectador para coger el aire, aunque sean segundos. Un guión redondo que, a su vez, está completado por un montaje muy acertado, ya que se sale de la habitual estructura de historias paralelas para centrarse primero en la madre y el hijo mayor, haciendo así que el espectador se pregunte por el destino del padre y los dos pequeños. He aquí la maravillosa técnica del suspense porque, aunque como nos dijo Bayona, los hechos ya eran de por sí cinematográficos, estamos hablando de hacer cine, y es necesario controlar todos las piezas del puzzle, todos los colores en la paleta para después mezclarnos en la tela y crear la obra de arte. Una obra que, en el caso del séptimo arte, no sería nada tampoco sin una buena dirección como la que aquí hace Juan Antonio Bayona.La fuerza con que están rodadas las imágenes, los espacios devastados, los planos bajo el agua, la desesperación de los movimientos, etc. todo ello sale de la cámara y la visión de Bayona. Como pasara en 2007 con El orfanato, él es el máximo responsable de que el espectador entre de lleno en la historia y empatice con los personajes, y también está detrás, como director de actores, de las increíbles interpretaciones con que nos encontramos en esta película. Naomi Watts está dolorosamente magnífica y Ewan McGregor llega a todos con esa desesperación de su genial primer papel de padre. Pero por muy bien que estén Watts y McGregor, aquí el protagonismo absoluto se lo lleva Tom Holland, de 16 años, que interpreta al hijo mayor de los dos primeros, Lucas, y que carga encima la mayor parte del peso emocional de la película. Y ¡que fabulosamente bien que lo hace!Por último, hay que destacar la banda sonora de Fernando Velázquez. En El orfanato ya hizo un excelente trabajo, pero aquí se supera una vez más con esta melodía tan sentida y tan personal que ha creado para Lo imposible. Hay que tener en cuenta que el film tampoco hace un uso excesivo de la música, si no que da también mucho protagonismo a los efectos de sonido —en todo el fragmento del tsunami no oímos la banda sonora, solo el ruido del agua llevándose todo a su paso—. No obstante, sí que es una música que busca la emoción, principalmente, pero una emoción realista, nunca artificial. A fin de cuentas, estamos hablando de buen cine, y el buen cine es salir impactado de la proyección, tocado por la dureza, el sufrimiento y el horror de una realidad tan bien plasmada en la gran pantalla; el buen cine emociona.
Lo mejor: la capacidad narrativa de Bayona como director, la fuerza y la dureza del fragmento del tsunami con Maria y Lucas, las decisiones de montaje, la música y, por supuesto, las interpretaciones, empezando por la de un magistral Tom Holland.Lo peor: haber tenido que dedicar más de la mitad de la crítica a defender las emociones de una película que, cinematográficamente hablando, es casi perfecta, y todo porque aún hay gente que cataloga a esta cinta de “pornografía emocional” sin pararse a pensar un momento en que hay historias, como esta, que se basan en la emoción, como la mayoría de nuestras vidas. Nota: 9
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