Ahora
recuerdo un concierto con orquesta donde olvidé los zapatos en el hotel
y tuve que tocar con los zapatos de un músico de la orquesta, que tenía
algo así como 3 o 4 números más que yo. No puede imaginar la aventura
de controlar los pedales con esos zapatos.
JAVIER PERIANES
Recuerdo que cuando era muy pequeña,
empecé a estudiar violín con un profesor ruso en Sevilla. Me
encantaba (y encanta) el violín, estaba ilusionadísima y por lo
tanto, tocaba bastante tiempo queriendo darlo todo de mí. Tanto daba
que no era consciente ni me preocupaba del sonido “gatuno” que
producía. Por aquel entonces teníamos una gata que era un amor con
el que tenía un vínculo muy especial, tan especial, que al oírme
tocar se pensaba que aquellos sonidos que producía eran mi llanto,
como el de un gatito pequeño con hambre y me dejaba todas las tardes
y las mañanas un montón de pájaros y ratones al lado de mi
ventana. A los pocos meses dejé el violín (no por la gata, sino
porque con el piano ya tenía lo mío)
Hoy día, tengo un violín en casa, el
cual de vez en cuando lo uso a modo de viola da gamba.
ELENA SALVATIERRA
Guardo
muy buen recuerdo de algo que me sucedió en un curso sobre técnicas de
estudio del instrumento musical, que tomé cuando iba en mi primer año de
piano. Al llenar la solicitud había que marcar si uno quería ser
participante u oyente. No hay que
decir que yo marqué que quería ser participante; el único inconveniente
es que sólo podían participar 20 pianistas de unos 300 que presentaron
la solicitud.
Para decidir quiénes serían los 20 elegidos, tendríamos
que pasar una audición. Sinceramente, al ver que muchos de los
aspirantes estaban en cursos más avanzados que yo y presentaban obras
mucho más difíciles (yo llevaba preparadas la sonatina Op. 36, n° 3 de
Muzio Clementi y una pieza del "Álbum para la Juventud" Op. 68 de Robert
Schumann), hubo momentos en que estuve a punto de levantarme y
marcharme. Quizá una de las razones por las que no lo hice fue porque
tenía la curiosidad de sentarme a tocar, por primera vez en mi vida en
un Steinway de concierto.
Mi
mayor sorpresa es que, a día siguiente, cuando publicaron los
resultados, yo estaba entre los seleccionados, y hasta se especificaba
qué día y a qué hora
iba yo a pasar a revisión.
Aprendí
mucho en ese curso, sobre todo una doble lección muy importante en la
vida de cualquier músico: por una parte, nunca sabes los criterios que
tengan las personas para fijarse en ti, para seleccionarte, para
aplaudirte, y por otra parte, que lo importante no es presentar la obra
más difícil, sino presentarla lo mejor que se pueda interpretar.
CARLOS MARÍN TRIGO
Ahora
me viene a la memoria un recital (de improvisación) que yo daba en la
casa de cultura de un pueblo de la provincia de Albacete (Hellín). No
recuerdo muy bien el año, quizás alrededor del 1985. A ese concierto
asistieron mi suegro y dos personas más. El recital fue más bien corto
pero en el bis (porque hubo bis) uno de los asistentes me pidió que
tocara las bodas de Luis Alonso, yo le expliqué que el concierto era
improvisado y por lo tanto no podría hacer lo que me pedía pero que
haría unas variaciones a partir del tema principal, y así quedó la
cosa¡¡¡
EMILIO MOLINA