Revista Comunicación
EL LIBRO DE LA SELVA / AVENIDA 10 CLOVERFIELD
data: http://www.imdb.com/title/tt3040964 / http://www.imdb.com/title/tt1179933
En esta crítica comparamos dos extremos: el cine de efectos especiales de gran presupuesto y el de economía de recursos que se sostien en un guión de tres personajes que se pasan el 90% de la película en un sótano. Los dos funcionan. Y funcionan bien. Y la pregunta es: ¿por qué funcionan? Y la respuesta es simple: porque tienen una historia atrás.
“El libro de la selva” es la remake de la película de dibujos animados de Disney de los ’60, sobre el clásico de Rudyard Kipling. Un niño perdido en la selva, criado por los lobos y una pantera negra, que debe marcharse ante la amenaza de un tigre. Los animales hablan y cantan. Y lo que en los ’60 sólo podía pensarse sólo en términos de animación, la tecnología de este milenio ya permite hacerlo con animales “reales”, con la suficiente verosimilitud para que “compremos” que están hablando por sí mismos. La realización de Jon Favreau nos recuerda la exquisita perfección de “La vida de PI” de Ang Lee (http://libretachatarra.blogspot.com.ar/2013/01/la-necesidad-del-relato.html).
Para hacer una película como “El libro de la selva” se necesita presupuesto, es cierto. Pero con dólares sólo no alcanza, como lo demuestran decenas de producciones que abruman pero no conmueven. Lo que hace distinta a “El libro de la selva” es que el vistoso envoltorio se monta sobre una historia fuerte. Lo que vemos es la historia de un niño que crece, Mogwli, dejando la infancia para entrar en la adultez. Y el síntoma de ese tránsito, lo que define ese crecimiento, es la decisión del personaje: elegir el hogar dónde quiere estar.
Mogwli interactúa en su deriva por la jungla con personajes que son encarnaciones de esas pruebas que un humano afronta en la vida: la familia, la amistad, la lealtad, la muerte, el deseo de bajar los brazos y dejarse llevar. Hay un resultado del viaje de Mogwli. Y ese resultado es una reafirmación de lo que lo hace distinto. Empieza la película con Mogwli tratando de imitar a los lobos, correr y escabullirse como uno de ellos. Pero para sobrevivir, Mogwli necesita ser él mismo, transformarse en humano. La última escena replica la primera: pero el resultado es distinto, porque Mogwli es distinto. Ese viaje lo ha cambiado.
“Avenida 10 Cloverfield” juega en el patio de atrás de otro antecedente, “Cloverfield” (http://libretachatarra.blogspot.com.ar/2008/02/maximizando-el-coeficiente-zapruder.html). Se monta en el mundo de “Cloverfield” pero en un espacio marginal. Aquí Michelle, una chica que huye con su auto tras pelear con el novio, choca y despierta en una habitación en un sótano, conectada a un suero y atada al muro con una cadena que aprisiona su muslo.
Michelle despierta en el mundo invadido de “Cloverfield” y ha sido salvada por Howard, un hombre que resiste la invasión dentro su búnker del fin del mundo. Un tercero en discordia, Emmet, un joven con un brazo lastimado, completa el trío protagónico. La mayor parte de la película transcurre en ese ambiente, en un búnker, con un delicado juego de contrapuntos, de dudas, falsas percepciones, reafirmaciones y desmentidas, que el guión de Josh Campbell y Matthew Stuecken despliega con mucha eficacia. Vamos de la nariz por la historia, con dos actuaciones descomunales: la de John Goodman (un personaje con un lado siniestro que percibimos en una mirada) y de Mary Elizabeth Winstead, fundamental para sostener esta austera dinámica.
Como en “El libro de la selva”, vale volver a preguntarse porqué funciona, si no hay casi recursos para deslumbrarnos. Hay una historia. Y va más allá de saber en qué lugar cayó Michelle, si es un buen tipo o un malvado quién la rescató, si hay una atmósfera contaminada fuera del búnker o no. Así como Mogwli tiene un objetivo, crecer, también Michelle tiene una misión de crecimiento personal: enfrentar los problemas; no huir. En el final de la película, Michelle enfrenta una encrucijada. Y ese dilema marca su postura en la vida. Un camino la lleva a un lado; otro al opuesto. Y en ese momento se define si todo lo vivido hasta entonces, lo que fue la base de la película, dejaron alguna lección en Michelle. Ella, como Mogwli, han caminado a oscuras por la jungla. Y ambos se mostraron dignos de sobrevivir, ambos se mostraron lo suficientemente fuertes para valerse por sí mismos y capaces de conducir los destinos de su vida.
Historias de crecimiento que pueden contarse con un presupuesto varias veces millonario o con una dotación mínima de recursos. Y más allá de los dólares comprometidos, lo que vence, siempre, es tener una historia que contar. “El libro de la selva” y “Avenida 10 Cloverfield” con sus estilos radicalmente distintos, tanto en el género, el costo, el público objetivo, los recursos actorales, se parecen en lograr el objetivo: atraer al espectador que pagó una entrada para sentarse un par de horas en una sala oscura frente a una pantalla iluminada a vivir una historia en el fondo no muy diferente de la suya.
Mañana y pasado, las mejores frases de estas películas.