Hoy los enanos han tenido un partido de baloncesto y un detalle me ha quedado claro, hay algunos con talento y luego el resto de los mortales. Pero a pesar de todo, hay un factor que no depende de tus aptitudes, ni de ser más alto, más rápido o saltar más que nadie, y es la actitud.
Esto ocurre igual en todos los lados, quizás no seas la pieza más brillante, pero lo que si se te puede pedir y exigir siempre es actitud. Estar comprometido, esforzarte, dar el máximo, informar, cooperar y ayudar a que todos consigan el objetivo no tiene nada que ver con el título, la formación o lo genial que uno sea en un momento dado. Es más, un grupo de personas sin talento pero dedicadas pueden doblar en cualquier momento a otro que tenga ese don especial pero que no quiera esforzarse lo más mínimo.
En baloncesto es relativamente sencillo verlo, la falta de talento innato no te impide correr, defender, pasar la pelota, buscar la mejor posición, correr al ataque y hacer el balance defensivo como Dios manda. En la empresa quizás sea más complicado, pero estos parámetros también se puede aplicar y va muy sintonía con lo que yo creo que es el éxito, que básicamente es dar lo mejor de uno mismo.
Puede que lo mejor que yo puedo dar sea la mitad de lo que una persona pueda conseguir, pero si doy en cien por ciento estoy teniendo éxito por mucho que me superen personas que ni se esfuerzan la mitad. Medir el éxito y el rendimiento ha de tener en cuenta, tanto las capacidades como la actitud y la entrega a la hora de recompensar y reconocer el desempeño de cada persona.
Porque reconozcámoslo, si todos fuéramos unos genios muchos de nosotros tendríamos que esforzarnos la mitad, pero quizás, los triunfos que conseguimos no tendrían ese sabor tan dulce que nos impulsa a darlo todo por conseguirlo.
Película[1]
[1] Regarding HenryJueves, 1 Diciembre, 2016 - 00:05