Revista Espiritualidad

Lo mío es mío y lo tuyo es de todos

Por Joanillo @silosenovendo

Hoy me topé con una de esas frases “de sentido común” que, cuando las escuchamos desde fuera, nos damos cuenta del poder que tienen y lo poco que las tenemos presentes:

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Si lo pensamos bien, realmente ahí está el origen de las empresas: las personas descubrieron que asociarse suele reportar más beneficios que “ir por libre”, y por ello comenzaron a organizarse para producir bienes y servicios que no podrían conseguir si cada uno tuviera que fabricarlos por sí mismo, y obtener un beneficio económico que tampoco podrían conseguir sin asociarse con otras personas y “cambiar” sus mañas por una remuneración.

El problema es que pronto uno se olvida de esto y, al perder la referencia del porqué trabaja en el seno de una organización, comienza a tomar decisiones que atentan contra los demás miembros: contra sus compañeros y contra sus superiores, incluyendo al empresario. ¡¡OJO!!: los empresarios no son excepciones. Muchos también olvidan que contrataron a los empleados porque son necesarios e imprescindibles para conseguir el objetivo que persiguen, o sea, que la asociación con otras personas les sale mejor que la individualidad.

Para mí siempre fue un ¿misterio? saber porqué hay tantos conflictos dentro de algunas compañías; estos problemas suelen aparecer porque alguien olvida que la empresas solo tienen sentido con el empuje que cada uno pueda hacer desde la posición ocupada (para eso fue contratado, ¿no?) y, en lugar de tirar del carro, se pone en contra de los que arriman el hombro como si con ello fuera a conseguir mayores beneficios. Insisto: en este saco meto también al empresario, que no en pocas ocasiones es el que genera los conflictos al ponerse en contra de los trabajadores y negarles los beneficios por el esfuerzo que hacen.

En fin, que las cosas se complican. Donde había una organización nacida por el interés de todos los que están en ella -a sabiendas que de este modo les va mejor a todos-, algunos elementos comienzan a ir por su cuenta y a enfrentarse a sus colegas o a los jefes. Ya no les preocupa el bien común: les preocupa el bien propio. La cuestión es: ¿por qué siguen dentro de la empresa? ¿No se acuerdan que las empresas nacen porque “las personas buscan el beneficio de trabajar juntas”, como dice la susodicha frase, y que ellos antes eran una de esas personas?

Supongo que la respuesta hay que buscarla en las miserias de la condición humana: el egoísmo, la soberbia, la avaricia. Cuando estos valores prevalecen sobre la solidaridad, el compañerismo y la generosidad, las cosas se tornan complicadas: uno defiende unas cosas dentro de una organización que sólo tiene sentido con las otras. ¿Se pararon alguna vez a pensarlo?

Hoy me apetecía traer esta reflexión a sus mentes. Para que ustedes no me acusen de pro-empresario remarcaré que en mi crítica hacia los comportamientos egoístas pretendo incluir tanto los empresarios como los empleados: para mí es igual de absurdo este planteamiento conflictivo provenga de quien provenga, y lo que más lamento es que en el seno de muchas empresas no haya una comunicación fluida entre las partes que les recuerde cada cierto tiempo que todos buscaron estar ahí porque creían que así obtendrían más beneficios particulares. El que luego haya cambiado de opinión, lo mejor que puede hacer es salir por la misma puerta que entró, dejando a los restantes “vivir en paz y armonía”, que era la razón de ser de su decisión de asociarse.

Un fuerte abrazo

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