Muchas veces tenemos planes con nuestra vida. Creemos conocer lo que nos conviene, lo que desearíamos en ella. Y nos obstinamos en que así sea, y como un niño pequeño a quien le privamos de un juego, nos rebelamos contra la vida porque no siempre atiende a nuestras demandas. Y nos molestamos con la vida por ello, maldecimos nuestro destino que marca inexorablemente nuestro paso, nos guste o no.
Y es que a veces la vida no atiende nuestras pregarias y deseos, sino que toma el camino necesario, aunque lo consideremos inoportuno, inapropiado o injusto con nosotros. Y a veces pensamos que la vida es injusta, sin ver que ella sabe más de nosotros y de lo que necesitamos para vivir, mejor. Ella, todopoderosa y minuciosa, organiza las cosas a su gusto y manera, aunque nosotros seamos incapaces de entender el por qué. Nos hace vivir situaciones aparentemente injustas -por desconocidas e inesperadas, nada más- pero es que para que aprendamos a vivirla como se merece y nos merecemos.
Aceptar lo que nos trae la vida a cada momento es importante para evitar el sufrimiento. Evitamos esa brecha que se abre entre lo vivido y lo esperado, que algo tiene que ver con nuestra felicidad. A más distancia entre uno y otro, más infelicidad sentimos. Miramos obstinadamente hacia un lado esperando encontrar algo que deseamos, mientras obviamos lo que aparece, al otro lado, muchas veces junto a nosotros. Y muchas veces en lo que desatendemos está lo importante, eso que es necesario que vivamos, ahora.
Seguramente una de las cosas que deberíamos por fin aprender es a dejar de juzgar las cosas cuando llegan, así como a no buscar obstinadamente su sentido profundo que, llegado el momento oportuno, se nos revelará! Deberíamos simplemente confiar, en cuanto llegan. Más que nada porque las cosas más importantes de nuestra existencia (el amor, la felicidad, etc.) no pueden ser entendidas por nuestra mente limitada, condicionada y miope, simplemente son. Y deberíamos dejar también de juzgar, porque el tiempo vivido con atención es el mejor juez. ¿Cuántas cosas las valoramos de una cierta manera cuando llegan y el tiempo se encarga de ratificar o contradecir nuestro veredicto? ¿Cuántas experiencias son relevantes y no las valoramos hasta que desaparecen de nuestra vida?
Seguirá…