Revista Viajes

Lo peor de ser viajero

Por Bbecares

Viajar es muy guay. Eso ya lo sabemos todos: la página de inicio de Facebook se nos llena a diario con frases motivadoras, fotos entrañables y vídeos muy románticos sobre lo que supone viajar para una persona. Y yo, que tengo experiencia, corroboro todos ellos, viajar es algo increíble.

Eternal_traveler
Pero tiene algo muy malo. Que cuando viajas, dejas tu casa lejos. Yo conozco viajeros que reniegan bastante de su hogar. Me parece terrible. Yo, por mucha gente maravillosa que haya conocido por todo el mundo, por muchos hogares que me hayan abierto sus puertas e integrado como una más de su familia, por muchas ciudades bonitas, cómodas y prácticas en las que haya vivido, os digo que nada se parece a estar con tu familia y con tus amigos de verdad. Con esa gente que más discutes, que más te puede sacar de los nervios y que más te comprende sin necesidad de dar grandes explicaciones.

Estoy a punto de tomar un vuelo camino a Nueva York. Casi todo el mundo que conozco estaría encantado de conocer Nueva York. Pero llevo todo el día llorando, no encuentro consuelo. De hecho, soy incapaz de recordar la última vez de mi vida que estuve tan triste como hoy. De ahí, pasaré unos días en Miami, relajándome y tras diez días en Estados Unidos, conoceré Colombia por primera vez, el país que me alojará durante unos meses. Y aunque la gente se imagina Colombia de una forma muy negativa, yo tengo en mente un país con personas muy alegres, amigables y hospitalarias, muy fiesteras y con hombres atentos que sacan a las mujeres a bailar. Eso ya os lo contaré cuando esté allí.

Cuando estoy viajando, no puedo dormir con mi hermana abrazadas, sólo puedo darle besos a través de una pantalla de Skype y cuando los horarios y las ocupaciones nos lo permiten. No puedo darle un beso por la mañana a mi madre ni discutir con ella porque he dejado la mesa del salón llena de papeles o porque habla muy alto. No puedo pasarme horas sentada en el bar de siempre, con mis amigos de toda la vida hablando de temas banales (o trascendentales que no se nos dan mal), saludando a la gente de siempre. Viajando lo que te queda es hablar con gente nueva y casi siempre de lo mismo (hay que conocerse). A veces pasa que conectas mucho con una persona y parece que te conoce y te comprende, pero no es lo mismo. Con tus amigos sabes que puedes consultarle cualquier cosa y que saben aconsejarte, porque te conocen perfectamente y que aunque la cagues, que todos lo hacemos, no te van a juzgar.

Cuando viajo no puedo quedarme a dormir en casa de alguno de mis amigos, a hacer fiestas de pijamas, y pasarnos hablando hasta las tantas de tonterías, a sabiendas de que al día siguiente toca madrugar y andaremos muertos. Ni puedo vegetar al día siguiente en un sofá sin hacer absolutamente nada, en caso de que sea domingo. Ni puedo irme a ‘fiestes de práu’ hasta más allá del amanecer a bailar todo tipo de cántico tradicional. Ni puedo recibir a mi hermana con los brazos abiertos en la puerta de casa a las 2 y media para que me cuente como le fue la mañana en el colegio. Viajar no me permite abrazarme constantemente a la gente que quiero, porque la gente que quiero está lejos y porque no es plan de andar abrazando a gente que es medio desconocida para mí.

Así que, amigos, viajar también es duro.


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