Lo peor de un ingreso programado, a parte de la espera, es imaginar cómo será todo, recordar cómo es el momento de preparar una pequeña maleta, llegar al hospital, entrar en la habitación y comenzar todo el protocolo. Ponerle el pijama, dejar que le pongan la vía y seguir esperando al día siguiente, a que se le lleven en una camilla rumbo al quirófano.
Ahora tenemos un añadido, hay que explicarle lo que sucede, para que comprenda, o lo intente. Rayo no recuerda nada de su última operación, tan solo tenía 15 meses. De hecho, el otro día se sorprendió cuando le explicaba que a él le habían operado tres veces. Todo vino porque me contaba que a un amiguito suyo de clase le habían operado, su explicación fue muy sencilla y curiosa. Y a pesar de las cicatrices que él tiene, me dijo confiado: "a mi no me han operado nunca mamá". Y fue entonces cuando tuve que sacarle de su equivocación y explicarle con cuidado la verdad. No le dio mucha importancia, como suelen hacer los niños.
Él sabe que tenemos que ir al hospital, porque aunque seguimos una vida normal, a pesar del control, del descanso forzado y de alguna medida que otra, el dolor ahí sigue, sordo, leve, como compañero de viaje. Pero no quiere pensar en ello. Anoche le recordaba que tenía que elegir un regalito para cuando despertara, tal como le había explicado la anestesista, y llegó la ansiedad. Sabe que hay que ir,...., pero le da miedo que llegue el momento.
Esta noche, después de su día normal, de ir a clase, de ir a música, le explicaré que mañana es el día. Por la mañana seguirá yendo al cole, y después de comer, prepararemos todo, y nos iremos.
Lo peor de un ingreso programado es el miedo, la incertidumbre, los recuerdos. Algunas personas me han dicho estos días que ya estaré acostumbrada, menuda sensibilidad la suya.... No señores no, a esto no se acostumbra uno nunca: te arrebatan a tu hijo de tus brazos, y te lo devuelven lleno de puntos, de dolor, y también de miedo. Te devuelven también la incertidumbre, el terror a lo que vendrá después. No, jamás te puedes acostumbrar a eso. Bien es cierto que a estas alturas yo no temo el ingreso, la cama de la habitación, la medicación por vía, el quirófano, la anestesia..... todo eso es "pecata minuta" para nosotros. Temo el miedo de mi niño, el terror en sus ojos, el dolor al verse las heridas, las preguntas que vendrán después, la pérdida de su inocencia. Y sobre todo temo el después. ¿Valdrá la pena?, ¿lo solucionaremos?
Lo peor de un ingreso programado es seguir con tu vida normal el día de antes como si nada pasara y tener que hacerte la fuerte con el mundo que te rodea.
Lo peor de un ingreso programado es mirar a tu hijo a los ojos y decirle que no pasa nada.
Pero quiero pensar que lo mejor .... está por llegar.
