Creo sinceramente que Alaska no es homófoba. La he visto en múltiples circunstancias ejerciendo de todo lo contrario, incluso con cierto grado de compromiso. Se alinea en esa suerte de simbólico sindicato vertical de artistas que apoyan las múltiples causas LGTB, me consta. Por tanto, siento manifestarme en desacuerdo con quienes la han tildado hoy de homófoba, cuando lo que ella ha hecho –con la habitual desmesura, desfachatez artística y ordinariez que le caracteriza- ha sido expresarse libremente –libremente, según ella: desmedida, rotunda, basta- y defender no a Intereconomía (esos sí que son homófobos y fascistoides) sino la libertad de expresión, cuya defensa continúa siendo urgente en esta tierra tan amenazada por los fundamentalismos de toda clase.
Entiendo que a algunos no les guste, que les haya parecido que Alaska defendía a los homófobos. Pero no: ella ha hecho –ordinaria, desmedida, inmensa- simplemente “lo que me salga del coño”.
A mí me parece discutible su argumentación, expresada en la afirmación “si tengo un programa de televisión, y si tengo una cadena, puedo hablar de lo que me salga del coño”; porque una televisión no es una Alaska, es decir, no es un artista sino –además de un redondo negocio- un servicio público, pesa cierta hipoteca social también sobre la televisión privada. Un grupo mediático –Intereconomía lo es- no puede ir contra la ley; si lo hace, si atenta –en el ejercicio de su actividad- contra los derechos de ciudadanía, de toda la ciudadanía, es denunciable y debe ser punible. Por ley. Por lo tanto, no estoy de acuerdo con lo dicho por mi admirada Alaska: una televisión no puede hacer lo que le salga de su televisivo, electrónico y –ojalá- limpio potorro.
Seguidamente, Alaska matizó: “Con la ley en la mano, que cada uno diga lo que quiera”. Con la ley en la mano, por supuesto, sin transgredir esa ley que nos protege a todos, incluso de nosotros mismos, de nuestras fobias y homofobias.
Alaska, pues, sin ser homófoba, se ha columpiado. Alaska ha querido defender la libertad de expresión, pero lo ha hecho apresuradamente, sin conceptos claros, sin deslindar qué es libertad de expresión y qué agresión contra los derechos de ciudadanía.
Tal vez suceda que no sea muy sano mezclar “lo que me salga del coño” con lo que me salga de la reflexión.
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