Revista Opinión

Lo que, a propósito de Bárcenas, sostiene Raúl del Pozo

Publicado el 08 abril 2013 por Romanas


Lo que, a propósito de Bárcenas, sostiene Raúl del Pozo. Lo que, a propósito de Bárcenas, sostiene Raúl del Pozo.  Este Raúl del Pozo es un tío al que respeto, antes, lo respetaba mucho más pero qué le vamos a hacer si así es la vida y uno también tiene que comer, ¿o no? De pronto, alguien, probablemente del propio PP, ha pensado que es un buen peón para preparar un jaque mate. Sí, pero jaque mate ¿a quién? En esta jodida partida sólo hay un Rey, Rajoy, por lo tanto sólo es a él al que se puede dar un jaque mate. Y el jodido y sibilino gitano lo ha dejado caer como el que no quiere la cosa que sí que la quiere, la maldita caja de puros ni más ni menos que Montecrito, ¿hay quién de màs? ¿Quién es el fumador más famoso de España, a quién dibuja, ese genio maléfico de Peridis, siempre con el puro en la boca? Un periodista tan hábil y curtido como Raúl del Pozo, que trabaja a las ordenes de Pedro J. y que ocupa por cooptación la vacante que, en su día, dejó Paco Umbral, sabe demasiado bien como decir las cosas sin decirlas, es decir, sin que nadie le pueda acusar de haberlas dicho, habiéndolas dicho. Como también dice sin decirlo que lo que Rajoy debería de haber hecho ya, lo que debería de hacer inmediatamente, es dimitir porque ha sido acusado y él no ha salido, no saldrá nunca a decir ni que sí ni que no, de cobrar un extraordinario sobre sueldo en negro. Y, para que el mensaje, el sibilino mensaje, no cojee de ninguna pata el tío va y dice que hay una serie de tipos que han cobrado en negro de tal entidad y categoría que si se supiera el mundo entero temblaría, o algo así, que ya saben ustedes que mi memoria no es muy fiel, cosas de la edad y de la enfermedad, para las citas. Y todo esto dicho y mostrado, y uno no lleva encima todos los días papeles así, en el Coliseum de todas las infamias de España, ante dos tortillas de patatas, una con cebolla y otra, sin ella. O sea que parece que había una cita previa parecida a aquellas que los dos reporteros del Washington Post llevaban a cabo son su famoso “garganta profunda”. Pero un periodista de raza no puede nunca mencionar explícitamente a sus fuentes, lo más que puede hacer es insinuarlas, y eso es lo que Raúl del Pozo hace con todo el oficio del mundo. Yo me acuerdo de él  cuando era reportero de Pueblo, de Emilio Romero, y todavía era comunista. Comunista es algo que no se puede dejar de ser si uno ha llegado a serlo de verdad, y Raúl creo que lo fue porque dijo que lo era cuando serlo incluso entrañaba mucho riesgo.  Después, para escalar peldaños en ese escalafón del periodismo, en el que ahora ocupa la cúpula, ni más ni menos que junto el rey, ha hecho todo lo posible para que se olvide su origen marxista, porque por estos lares no es una cosa que vista mucho.  Pero el marxismo es, como la lógica, algo que enseña a uno a pensar y que, además, marca para siempre nuestro pensamiento, te halles en el lugar en que te encuentres ahora, por eso ha escrito sobre la base económica del principal partido español, como no podría hacerse de otro modo por un marxista, de un modo tan aséptico como científico.  Que su “garganta profunda” era un hombre de la confianza de Bárcenas, qué duda cabe. No hay sino aplicar aquella maravillosa máxima romana “¿qui prodest?” y no cabe la menor duda de que el único provecho que resulta de esta afortunada incursión de Raúl por estos vericuetos se produce a favor de Bárcenas puesto que vuelve a recordarle Rajoy, que manda mucho más de lo que parece, no hay que olvidar que el tío es tan gallego como Franco e incluso como Fraga, que su poder respecto a él es inmenso, tanto que quizá sea el único personaje del país que podría apartarle a él de un manotazo, por eso el registrador de la propiedad más importante de España no sólo no lo menciona nunca sino que ha dado órdenes perentorias para que, dentro del partido, no lo haga nadie. O sea, que el tipo es otro "innombrable", como lo era yo en el blog de Manolo Saco.  Pero esas órdenes no valen para dos personajes tan importantes como el propio Raúl del Pozo, y, menos todavía aún, para Pedro J., para los cuales, a estas alturas de la película, sólo valen ya la que ellos mismos se dan, que son muy pocas y muy bien pensadas.


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