Lo he dejado todo atrás.
Los sueños sin alma, las almas sin sueño... Los recuerdos que punzan el pecho a pesar de haber quedado amarillentos y rotos. He dejado atrás las fotos viejas que muestran una yo que no soy yo, más triste y avergonzada por lo que no era y más arrepentida por no llegar a ser.
He dejado atrás esas tardes que se hacían tan largas esperando una respuestas que era obvio que la vida no iba a darme, para que me diera cuenta de que no las necesitaba, de que todo lo que buscaba estaba en mí... He dejado los libros que hablan de anatomías muertas y luchas pendientes. Las noches sin tregua pensando en volver a ese lugar sin cielo, analizando sin cesar porqués y sintiéndome tan víctima y desgraciada que al llegar la madrugada el asco me vencía...
He dejado las guerras, nunca tienen sentido... Cuando las pierdes vuelves a la carga, cuando las ganas, al minuto, se quedan pequeñas, cortas, absurdas. He dejando a la guerrera que siempre se pide más, la que busca méritos y medallas, la que sueña con conquistar colinas altas y no ve las flores del camino, ni nota las risas, ni las miradas, ni el aire que le cruza la cara y huele a mar y genista...
He dejado a los vendedores de humo que lo saben todo y ahora me acerco a los que comparten el pan, a los que no saben nada y admiten sus errores, a los que hurgan en sus mazmorras buscando las respuestas en lugar de ir a surcar el mundo buscando culpables de sus desdichas... E l mundo está en mí, ahora. Está pausado si estoy pausada, está roto si estoy rota... Es inmenso si me siento inmersa. Un espejo enorme de mis inquietudes más arraigadas...
He dejado lo complicado porque amo lo fácil, lo sencillo, lo ligero, lo simple... De sumar uno más uno, de vaciar antes de llenar, de soltar sin acumular, de dejar de medir y contar... He dejado lo que no me permite dejarme llevar y no me pondría para un baile. Lo que sobra, lo que no se usa, lo que se quedó viejo esperando en un armario, en un cajón, en una garganta asustada...
He dejado de esperar que algo pase, que algo me sacuda, que algo me reinvente. He dejado de esperar que me den, que me llenen, que me comprendan, que me quieran, que me acepten, que me admitan... Y cuando necesito explicaciones, me miro a mí, hasta dentro... Al fondo de mi inconsciencia más bárbara y oscura... Agarro de un hilo largo y tiro del tapón de mi niña perdida... Y le pregunto qué le pasa. Y ella me cuenta siempre una historia triste y yo la abrazo y le cuento una historia de esperanza... Y el mundo cambia. Cuando la niña suelta lastre y libera miedos el mundo cambia... Y me doy cuenta entonces, tanto buscar en las esquinas, surcando vidas ajenas, buscando excusas, buscando cómplices, buscando amor en otras caras... Cuántos momentos sin gozo ni risa esperando abrazos y besos, cuántas noches llorando por no llegar y súplicas por parecer y pertenecer a algo que yo no era... Y el secreto estaba en hurgar en mis miedos y vaciar mis duelos a medias... En mi oscuridad más rotunda.
He dejado de mirar fuera y miro dentro y cada nueva mirada encuentra más y más luz... Y cada vez estoy menos sola y perdida, porque formo parte de algo inmenso que todavía no puedo comprender. Porque todo está conectado y cobra sentido, porque no hay más azar que la decisión de ser uno mismo y comprender que lo que importa no se acaba nunca.
Ahora comprendo porque ha sido tan duro... Porque nunca pedí a quién realmente podía darme lo que necesitaba... Yo.Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2018/06/30/lo-que-dejo-atras/