Este 2015 lo ha marcado de manera clara mis uniones, mis miedos y mi remontada.
Este año he sentido una lucha constante contra mí y conmigo misma, en un entorno extremadamente duro, incierto y complejo. Áspero en lo emocional, con el que finalmente me he sentido tremendamente poderosa.
Nadie apostó por mí. Nadie creyó en mí. Nadie creía en mi capacidad de salir del mismo infierno que se convirtió mi vida a finales del 2014. Mis apoyos, eran a menudo débiles, desequilibrados, confusos o peligrosos.
Confía, me repetía constante, yo… y quien vibraba conmigo. Gracias porque era el único pilar que me sostenía en pie.
Me dijeron que hay cosas que no se superan. Me dijeron que tendría que resignarme para siempre a hacer cosas que no me gustaban para poder seguir adelante. Me dijeron que me comporté como una mala madre. Me dijeron que no era ni sería una buena compañera de vida. Me dijeron que nunca tendría lo que creía merecer, porque quizás no lo merecía. Me decían a menudo, que me equivocaba. Que me equivocaba mucho o que me equivocaba siempre. Que era una idealista y una soñadora, como si lo contrario fuera más sano. Que era una desagradecida. Que lo que había conseguido ni siquiera lo merecía. Que había conseguido tener éxito por casualidad y no porque trabajaba día y noche. Me lo decían mucho. Y lo decían en serio. Era lo que estas personas creían.
Mi ira y mi sentimiento de aislamiento me hacían sentir mal. Navegué entre mis traumas, mis heridas, mi sangre y mis tinieblas. Lo peor de mí se apoderaba de mis pensamientos, mis sentimientos y mis acciones.
Y decidí que se acabó. Que yo, por mí misma, iba a recuperar lo que sí creía que merecía.
Descubrí a mis mujeres dentro de mí, con la delicada presencia de Matilde a principio de verano. Descubrí mi útero palpitar. Eso rompió con un ciclo que estaba alienándome de mi vida. Retorne a mi vida, la de verdad.
Reconocí que la confianza se me había roto. Tenía que recuperarla. Ahora. Ya. Retornarla. Multiplicarla. Atraparla. Que se apoderara de mí.
No fue fácil porque me sentía sola en el abismo. Mis apoyos siempre resultaban resbaladizos, quebradizos, desequilibrados o simplemente peligrosos.
Así que aprendí a ser mi guía, mi testigo, mi consejera y mi luz. Y como decía Sócrates, encontré mis respuestas dentro de mí con personas y lecturas que tenían las preguntas adecuadas.
A mitades de verano me quebré de nuevo, pero tomé mi primera gran decisión, no dejar que nadie interfiriera en mi vida sin mi permiso. Cada cual tenía derecho a hacer con su vida lo que quisiera, y ello no me iba a amargar la existencia. Simplemente no estaría.
Después tomé otra decisión importante: no aceptar los consejos de quien no cargara con las consecuencias de los mismos.
Y me di cuenta de algo muy importante: para confiar en mí debía aprender a desconfiar de los demás.
Así que me reconocí a mí: sola, desnuda y expuesta ante el mundo. Poderosa. La experiencia y los conocimientos se habían transformado en sabiduría. Me sentí libre y liberada. Y a mis mujeres dentro de mí, por primera vez, al mando de mi vida.
Las despensas de mi confianza comenzaban a llenarse. Aprendí que la paciencia era la infinita esencia de la esperanza. Y que tenía que tener en mí una confianza máxima. Comencé a escribir en soledad sin publicar, un material muy valioso.
Aprendí a fluir en la vida sin esperar a que se detuviera.
Mi voz interior se construyó llena de críticas, aspirando a la perfección, con sensación de abandono y falta de afecto. Ahora mi mujer adulta, mi madre interna, manejaba con soltura esos diálogos internos.
Y entonces lo vi claro: Tengo un cuerpo que es más funcional que objeto. Tengo un intelecto que es más don que incordio.
He tenido que alejar a mucha gente y muchos han elegido alejarse de mí. He tenido que conformarme con estar fuera de mi propio círculo de seguridad. Pero he creído necesario revisar mis esquemas y mis creencias con respecto a los que me rodeaba. He tenido que elegirme a mí y sé que he hecho bien.
Este año es también el que me perdoné. Y con ello la culpa desapareció. Sin culpa es más fácil seguir adelante y construir nuevos paradigmas.
Y quiero reflexionar sobre una persona muy importante para mí este año. Mi pareja ha estado todos estos meses en mi vida con presencia consciente. A ratos le he pedido demasiado. Le he pedido que se aleje, que se acerque, que permanezca, que se libere, que se crezca, que se achique, que me deje, que se quede, que me abrace, que me suelte, que se eche a un lado, que me guíe… Le pedí que me dejara sola y permaneciera a mi lado al mismo tiempo. Me acompaña dentro de mis contradicciones, de mis miedos, con profundidad y con presencia.
Se produjo un cambio alquímico en nuestra relación y como individuos. Una unión más tántrica y alquímica que romántica. Y sentí que el amor que se me agarraba al estómago. Sentí la unión. Sentí que sí.
Este año leído mucho. Más de cien libros. Porque necesitaba respuestas, y encontré más preguntas. Podría decir que mi pensamiento, hoy, es infinitamente más profundo y mi conocimiento del ser humano mucho más íntegro y minucioso. Más hondo.
Otro fenómeno extraordinario de este año es que se ha multiplicado el tiempo. Parecían eternizarse las horas, los días, las semanas y los meses. Mi noción del tiempo se ha transformado y ahora pasa tan lento como cuando era una niña.
También he sido mejor madre de lo que nunca fui. Supe por primera vez desprenderme de mi piel de niña, para meterme en la de madre. Sentí la necesidad real después de muchos años, de tener más hijos. Sentí palpitar mi útero.
Vibro completamente diferente. Me confieso abiertamente espiritual y profunda. Estoy enfocada y paso poco tiempo distraída.
Para este próximo año me espera un año muy duro. En este he cerrado muchísimos ciclos de relaciones con el mundo y conmigo misma. Estoy preparada para abrirme a nuevas relaciones, experiencias y conocimientos, más profundos y que me aúpen más alto.
Toca apretar fuerte. Toca trabajar muchísimas horas diarias en 2016 para recuperar todo lo que perdí en mi profesión y mi vida. Toca soportar y sufrir, respirar y apretar, pero ahora estoy mucho más fuerte que toda mi vida. Las plantas de mis pies están completamente enraizadas al suelo. Ahora sí puedo crecer sin quebrarme.
Trabajar, trabajar y trabajar. No hay secretos ni trucos más allá del trabajo duro y el esfuerzo para salir adelante. HACER.
Ha sido el año de mis mujeres. De las que he tenido que alejarme y a las que he tenido que unirme. Ha sido el año del descubrimiento interno, de las sombras y la luz. Y del amor, el sexo, la amistad, las relaciones, los viajes y las uniones alquímicas.
Un año de lucha consciente y presente. Conmigo. Con ellas.
Hace un rato, leí en el blog de Mónica, que el 2016 será muy duro para nosotras. ¿Sabes qué? tendremos que luchar como leonas, protegiendo a los nuestros de “ellos”, a lo nuestro de lo suyo, consiguiendo tener para el día y para provisionar. Pero me reconozco y te reconozco poderosa. A mí y a todas las valientes que no nos escondemos. Las que tiramos del carro.
Este año va a ser duro pero tendremos que aprender a apretar, sonreír y seguir. Apretar y seguir. Y seguir.
Trabajar, trabajar y trabajar. Y lo vamos a conseguir, seguro. Te lo prometo. Me lo prometo.
Feliz Navidad y feliz 2016