Recuerdo que cuando las hijas de mi esposo estaban pequeñitas, una de ellas -la menor- hizo un dibujo en su escuela sobre la familia. Cuando lo vi, no supe si llorar de felicidad o de tristeza. La niña había dibujado un árbol en el centro de un papel. En el lado izquierdo estábamos su papá y yo y en el otro lado del árbol estaban su mamá, su hermana y ella.
De pronto la abracé y le di las gracias por considerarme parte de su familia, sin embargo, no podía evitar sentirme triste por la interpretación rápida que hice de su arte. Se notaba que la chica estaba atravesando por un conflicto interno en el que veía una familia separada o quizás dos familias distintas. Lo que sea, duele.
Ahora que soy mamá, evalúo cada parte de la historia que mi hijo cuenta en sus dibujos. No hay duda que esas pinturas, trazos y personajes hablan mucho de cómo siente.
Cada vez que tiene lápices de colores y papel a la mano, Coco aprovecha para dar rienda suelta a su imaginación. Le ha dado por dibujar casas, paisajes y algunos miembros de la familia. Supongo que son esos con los que más se identifica. Este fue su dibujo más reciente.
Según sus propias palabras, junto al árbol estamos papá, mamá, él y sus dos hermanas Nico y Eli. No es difícil saber quién es quién ya que mi hijo se encargó de incluir el pelo largo a las chicas.
Aunque puede parecer que sus hermanas están del otro lado del árbol, si te fijas bien, él se aseguró de ubicarse justo en el medio, rodeado de todos los que lo amamos. Aunque sus hermanas no viven con nosotros, Adrián las considera parte de su familia y eso me hace muy feliz. Significa que ellas han logrado conectar con él a tal grado que las siente como lo que son, sus hermanas.
Y termino de escribir esto y me pongo a llorar. Te juro que esta vez sí es de felicidad.