Hasta el más tímido de los modestos se siente, al menos una porción de segundo en su vida, atraído por la opinión que despierta en los demás. Es algo innato y casi siempre inservible. Una necesidad de conocernos a través de los demás, para afrontar una vida de éxito o desgracia en según qué ámbito… pero la potencia con la que empuja la curiosidad al ser humano, no es apenas comparable con la fuerza que ejerce sobre el político. Se multiplica de tal manera que hasta el más timido de los modestos pagaría ríos de dinero por conocer lo que opinan de él. Wikileaks se lo ofrece a coste cero y aún así, se enfadan con Julian Assange… y todo por decírselo, además de a ellos, al resto del mundo.
En la vida, en el trabajo, en una clase, en cualquier grupo social, se habla de otros. Se cuenta cómo es tal y lo que ha hecho cual. Con respeto, sorna, rabia o admiración. Y como no podía ser de otra manera, hasta los políticos hablan. Y de otros políticos, claro. Son su “grupito” social, con los que se juntan en ese recreo que todos llamamos Congreso. “Que vergüenza lo de Berlusconi”, “Nuestro colega Blair es un gilipollas” o “toca votar las propuestas de otro tipo de animales, los de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado” son algunos comentarios que se han escuchado en los fructíferos pasillos de los centros de mando y mandato españoles.
Ahora, la noticia es que son otros los que hablan de ellos. Ya no son de “su grupito” criticando al resto. Y están descontrolados. “Hay que tomar las medidas necesarias para que no se produzcan más filtraciones”, dijo hace unos días Leire Pajín, Ministra de Sanidad. Les ha molestado que se produzcan, pero más aún, que les critiquen.
Y es que, Wikileaks ha hecho públicos, entre tanto cable institucional y documento clasificado, lo que opina el gobierno de Estados Unidos, de las figuras políticas españolas.
Rubalcaba es, para la Administración estadounidense ” el más impactante miembro del Gobierno Zapatero y resulta un aliado muy útil y poderoso. Su influencia excede los parámetros normales de su ministerio. Es conocido por su inteligencia, discreción, laboriosidad, cuidadoso con los detalles y gran negociador. Es uno de los dos o tres personajes a los que Zapatero consulta antes de tomar decisiones importantes, y no solo sobre asuntos que le competen directamente como ministro”. Para terminar con que “es un valioso contacto de la embajada, que lo considera accesible y eficaz a la hora de conseguir cosas a nuestro favor. Hay que cultivar este contacto aunque Rubalcaba siente el peso del poder y busca una oportunidad para dejar el ministerio”.
El ya ex ministro Moratinos “intenta a menudo abrumar o mostrarse bravucón con sus interlocutores, en un intento por establecer una posición negociadora superior. Moratinos es dado a gritar a los embajadores extranjeros y castigarlos a la menor oportunidad para ponerlos en su sitio”. Eso sí, con todos menos con Estados Unidos, que más que “bravucón” se mostraba tan tierno como parece “tenía una admiración profesional muy estimable por Condoleezza Rice, cuya atención imploraba y cuya aprobación buscaba”.
De Carmen Chacón, Ministra de Defensa, dicen que “es inexperta políticamente” y que “se centra demasiado en los pequeños detalles (como la falta de paridad en las relaciones bilaterales en defensa o dando a entender que tiene que ser tratada con más deferencia) y no se centra en cuestiones de más largo alcance como los sistemas de armas”. Y avisando a los jefes de los “rumores de corrillos” dicen que “”que Zapatero se plantea no ser candidato en 2012 y que pretende que Chacón sea su sucesora “.
Pepiño Blanco no sólo le deja mal sabor de boca a muchos españoles, también a los interlocutores oficiales del gobierno americano. “Una persona no fiable. Tiene una indefectible idiosincrasia particular: no mira a los ojos de sus interlocutores cuando estrecha la mano. Más aún: tiene fama de ser muy rudo en temas políticos, algo con lo que aparentemente disfruta”.
Y de Zapatero, pues que es “un felino en la jungla”. A veces gatito y otras tigre y, casi siempre, oculto cuando la cosa se pone algo fea. Rumores de alta esfera.