Se dice que la transición fue un ejemplo pacífico donde se encontraron las dos españas. Donde se solucionó esa quiebra que abrió la guerra civil, uniendo a todos los españoles.
Esa es una versión, muy extendida, que comparten la mayoría de los políticos y de los medios de comunicación. Sin embargo, yo lo veo de otra manera. La transición fue muy beneficiosa para los franquistas y sus herederos, empezando por el rey. Ellos salieron indemnes de tanta actuación criminal e impune. Mientras, se abrazaba una constitución pacata y con grandes déficits democráticos.
La transición dejó cuestiones abiertas, por aquello de no romper con el pasado y ser continuista. La monarquía, las relaciones con la Iglesia, la ley electoral, la amnistía a los franquistas, el olvido de los “vencidos”, fueron parte de un precio que se pagó por no correr riesgos involucionistas. Precio muy alto.
Y, a pesar de ello, llegó el golpe del 23-F. Hay quien se atreve a decir que el golpe del 23-F fue eficaz pues logró cerrar la transición.
Los militares golpistas consiguieron rebajar las expectativas democráticas y que se pararan proyectos que estaban previstos.
Ni la Constitución primero, ni el 23-F, después, se llevaron el franquismo. Sin Franco, todavía hoy, afortunadamente en menor medida, sentimos el peso de esa ideología. Lo que se viene en llamar el franquismo sociológico, está presente.
Si corta se quedó la transición, el 23-F culminó con el triunfo de los herederos franquistas, pues a pesar de haberse parado, provocó el pánico entre los políticos, lo que hizo que sus consecuencias se hayan pagado a plazos, en leyes regresivas y en operaciones imprevistas.
Basten tres ejemplos, la LOAPA –la ley que ponía en marcha el proceso autonómico--, aprobada en junio de 1982 y que se quedo en mucho menos de lo esperado, por temor a los militares ya que, para ellos, era una de las cesiones que más les preocupaba. La reivindicación de la memoria histórica que parecía estar prevista, quedó enterrada durante más de veinte años, hasta que se ha promulgado hace tres, quedándose en un amago de ley de meras intenciones. Y por último, la entrada en la OTAN, ya saben aquello de “De entrada no”, pero que fue sí, lo que se hizo para delicia de los militares, y para hacer más difícil la posibilidad de otro golpe, si estábamos dentro de la alianza.
Así es que mi tesis es que el golpe consiguió frenar gran parte de la apertura prevista. Decir que fracasó no es cierto. Se puede afirmar que pudo ser peor, mucho peor, pero no es posible negar que no obtuvo sus réditos. Réditos que hoy todavía estamos pagando.
Salud y República