
Cuesta asimilar toda la inmundicia de excesos y corrupción política que durante la última semana los medios no han parado de regurgitar. Que si la imputación de un Secretario de Estado del ministerio del Sr. Montoro; que si el ingreso en prisión preventiva del Sr. Zaplana; las condenas de la Gürtel y el demostrado lucro del partido del Gobierno en esta trama; que si los ERES en Andalucía; el caso del desvío de fondos de la Diputación de Barcelona por parte de altos cargos convergents, PDECat o como se quieran hacer llamar actualmente; y por último, pero no por ello menos grave, las sospechas sobre los títulos universitarios de algún importante miembro del PP, como podría ser el Sr. Casado.
Muchos y abultados escándalos en un país en el que el poder ejecutivo (Gobierno) se ha venido pasando por el forro de sus caprichos las reiteradas recomendaciones de la UE en materia de transparencia y lucha contra la corrupción, y que el famoso chalé del Sr. Iglesias y la Sra. Montero no han podido tapar, por mucho que algunos medios han intentado estirar tanto del tema que han acabado rebasando el límite de elasticidad de una noticia poco trascendente.
Tengamos los ideales que tangamos y nos gusten más unos políticos u otros nadie en su sano juicio puede poner a un mismo nivel la evidencia de que el Sr. Iglesias tiene el mismo apego por los bienes materiales y una buena casa que la mayor parte de los mortales, que los delitos y escándalos de quienes se enriquecieron como comisionistas y con fondos públicos, y doparon a su partido con una financiación ilegal a cargo de ciertos corruptores a cambio de contratos públicos o ves a saber qué.
Tampoco se puede comparar el partido del Sr. Iglesias, guste más o guste menos, con el partido de M.Rajoy, tras haber quedado demostrado que este se lucró a través de una trama mafiosa.
Lo que si que podemos echarle en cara el Sr. Iglesias, a cuento de su costoso chalé, es su demostrada incontinencia verbal sobre lo que debía ser la nueva política, pues cuando eres un político y/o personaje público siempre llega el momento en que se acaba siendo esclavo de las propias palabras. Y a ver si se aprende de una vez que los twitts los carga el diablo y por ello se ha de pensar muy bien lo que se dice y cuelga.
MSNoferini
