Revista Opinión

Lo que el día ignoraba

Publicado el 05 marzo 2021 por Manuelsegura @manuelsegura
  • Lo que el día ignoraba@JRuizMz

Me quedé perplejo esta semana cuando escuché de boca del consejero de Fomento, José Ramón Díez de Revenga, que el primer tramo del soterramiento de las vías del tren en Murcia era fruto “de la movilización vecinal, recogida por el Gobierno regional”. Lo repitió un par de veces ante los informadores que cubríamos su visita a las obras, en la barriada de Santiago El Mayor, a los pies de la pasarela provisional instalada en el paso a nivel y que dicen retirarán en unos días. No pude evitar la tentación de tuitear de inmediato sus declaraciones, que rápidamente fueron comentadas en la red y contestadas por distintos portavoces.

Mientras terminábamos nuestro trabajo, una mujer de la zona se acercó a nosotros y nos preguntó dónde estaba el consejero, al que vio desde la ventana de su casa. Le dijimos que ya se había marchado, a lo que ella nos respondió con otro interrogante: si había venido ahora a colgarse medallas. No quise apagar aquel fuego con gasolina y contarle a esta buena mujer lo que acababa de decirnos ante micrófonos y cámaras.

La historia de la lucha por el soterramiento de las vías se remonta tres décadas atrás. Ha sido una pelea constante frente a la incomprensión de muchos gobernantes. La creación de la Plataforma, liderada por Joaquín Contreras, permitió encauzar esta demanda con acciones coordinadas para acabar con una incongruencia más que centenaria. Las provisionalidades en este país, ya se sabe, suelen ser eternas. Con una perseverancia a prueba de bomba, los vecinos siempre pelearon por lo que creían justo y a costa de lo que fuera. Sin distinción alguna, podías ver en sus protestas a hombres y mujeres, jóvenes y maduros, ancianas, obreros, maestros, funcionarios, comerciantes, enfermeras, rockeros, niños…

Las impresionantes manifestaciones de hace unos años evidenciaron que el respaldo social de esta gente no era fictício. Y que hallaron la solidaridad de otros vecinos que vivían al otro lado de las vías porque estos consideraban que sus peticiones eran tan justas como razonables. Ello a pesar de que se les intentara criminalizar y, en ocasiones, la zona cero fuera casi militarizada, como si se tratara del incandescente Ulster norirlandés en la peor de sus épocas. La imagen de aquel mediodía, con los niños saliendo del colegio entre efectivos de la policía equipados con armamento reglamentario, será difícil de olvidar en ese barrio. Fueron jornadas en las que algunos intentaron vender que las actuaciones vandálicas de unos pocos representaban el sentir general de aquella gente, que se concentraba en las vías ya hubiera frío, lluvia, viento o calor, para que el resto de la sociedad no les llegara a olvidar. Reconozco que los periodistas y fotógrafos llegamos a empatizar con ellos, viviendo en primera persona su denodado esfuerzo por hacerse oír, en una especie de consentido síndrome de Estocolmo. 

Consiguieron sentarse a la mesa con los gobernantes y manifestarles sus peticiones cara a cara. Pocas veces el movimiento vecinal en esta ciudad, desde los tiempos de la Transición, había llegado tan lejos. Por eso, porque muchos hemos sido conscientes de que su pelea no ha estado exenta de desprecios, descalificaciones e ingratitudes, las palabras del consejero de Fomento del otro día sonaron como un cañonazo en nuestros pabellones auditivos. Hay que tener arrestos para decir estas cosas y, además, en según qué enclaves. El cruce de las vías, en Santiago El Mayor, fue escenario en el pasado de acciones tan dignas y dispares como manifestaciones, conciertos musicales, lectura de poemas y hasta misa de gallo oficiada por el cura Joaquín Sánchez. Y no faltó tampoco alguna que otra carga policial, con golpes y arrastrones, en aquellas noches de brillo donde, como alguien noveló, siempre había revelaciones que el día ignoraba.

[eldiario.esMurcia 5-3-2021]


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