Revista Espiritualidad

Lo que el viento se llevó, pero no muy lejos

Por Juanantoniogonzalez

En estos días hemos vuelto a ser testigos de las diferentes fórmulas de acatamiento de la Constitución española por parte de nuestros representantes políticos. Debemos reconocer el ingenio y la ocurrencia, e incluso hasta los gestos simpáticos, con los que algunos han expresado a su manera la sumisión a la normal fundamental que hasta el momento rige en este país, así como al resto del ordenamiento jurídico. La fórmula del “imperativo legal” inventada por aquellos impronunciables ya parece anticuada, casi no resulta llamativa, y visto lo visto, o mejor dicho, oido lo oido, parece indudable que estos servidores de lo público han ensayado más de una vez frente al espejo, su ocurrente manera de prestar juramento, promesa, o cualquier otro vocablo por el que lo hayan querido sustituir.

Sin entrar en consideraciones jurídicas, porque para eso están los órganos jurisdiccionales competentes que se han pronunciado acerca de la validez de las formulaciones empleadas, lo que sí parece evidente es que existe el espíritu de querer soslayar la verdadera esencia de ese acto político, con efectos administrativos. Como creo que el ingenio de todos estos servidores va más allá, imagino que cuando están firmando toda aquella documentación para acreditarse como nuevo cargo público, y cumplimentan sus datos bancarios sin que les falte el código IBAN, para que puntualmente les lleguen sus correspondientes emolumentos con cargo al erario público, pondrán al pie de página que lo hacen también bajo la premisa de la fórmula mágica de acatamiento que han elegido. Y por seguir imaginando, imagino que los billetes de tren, de avión y aquellas otras prebendas que reciben por su ejercicio de cargo público, también tendrán una nota al pie o una llamada de referencia, que diga que lo perciben bajo la ingeniosa manera de acatamiento elegida por unos aspirantes a trileros. 

No. No me quedaré en esa llamada demagogia económica de lo que pueda o no percibir el político de turno. No me quedaré porque sé que ese es el recurso fácil. Me quedaré con algo que me preocupa más: cumplo con mis propias reglas. Ese es en definitiva el mensaje que están lanzando. Mal empezamos, por no decir que continuamos.

Me preocupa que hace pocas semanas, a los votantes que fuimos a las urnas y a los que se nos pedía un ejercicio de responsabilidad y de confianza en el sistema, tengamos ahora que ver que estos cargos electos se dediquen a tergiversar el mensaje de su sometimiento al mismo ordenamiento jurídico al que eso sí, los ciudadanos estamos sometidos por aquello del imperio de la ley. Me preocupa porque están sembrando una desconfianza absoluta en ese sistema por el que están ahí sentados.

Haremos chistes de estas situaciones. Sonreiremos por las fórmulas mágicas usadas por esos que se llaman representantes de los ciudadanos. Y reiremos por no llorar. Pero mientras continuamos así, seguiremos como testigos mirando a otro lado, pensando que las formas, que no son forma sino fondo, no tienen importancia. Así que mañana vendrá de nuevo otro ingenioso que acate a su manera esa norma, que en el fondo pretende esquivar a su manera, y lo hará reproduciendo las palabras de Scarlett Ohara poniendo a Dios por testigo, y alzando la voz para anunciar que ya no volverá a pasar hambre.

Mañana será otro día, pero lo que el viento se llevó fue el respeto a los ciudadanos, convertidos en testigos sin cargo. 


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