El científico británico Stephen Hawking, de 72 años, vive asido a una silla de ruedas desde los 21, cuando le detectaron una enfermedad neuronal. Sin embargo, ello no ha sido óbice para que su mente funcione como un reloj suizo. Hawking es hoy, sin duda, una de las más firmes autoridades en el mundo de la física.
En una entrevista concedida a la revista New Scientist, el científico hablaba de las mujeres. Las definía como ‘un completo misterio’ y reconocía que ellas ocupan la mayor parte de sus pensamientos. Lo decía alguien que, a lo largo de su vida y aún a pesar de sus limitaciones, se ha casado dos veces y divorciado otras tantas.
Estas manifestaciones de Hawking dan pie a hablar del tema. La concepción que de las relaciones humanas tienen las mujeres respecto a los hombres, dista bastante. Se aduce que unas y otros tenemos necesidades emocionales distintas. Cuando mantienes conversaciones al respecto, vislumbras que, en el fondo, casi todas buscan lo mismo. Y eso que persiguen no suele corresponder, las más de las veces, con algo material sino, más bien, con algo que calificaríamos de sensitivo.
Uno siempre ha pensado que la mente femenina es bastante más compleja que la masculina. Al menos, en determinadas parcelas. En cuestión de relaciones afectivas, por ejemplo. Una mujer es capaz de trazar una línea que marcará el antes y el después en una relación. Al hombre, por su lado, le resultará eso mucho más complicado. Un cuestionado estudio reciente reitera un viejo aserto: que la mujer busca, ante todo, la seguridad en el hombre. A eso habría que añadir un casi permanente factor sorpresa y un probado sentido del humor.
El psiquiatra Luis Rojas Marcos sostiene que la felicidad siempre ha sido más difícil para las mujeres. Y añade que los miedos, el odio y la envidia son los principales enemigos en esa búsqueda. A la mujer, dicen otros, le mueve más la emoción que la razón. Sin embargo, su mente es capaz de planificar y ver más allá de lo inmediato. Por el contrario, el hombre se desenvuelve mejor en el aquí y ahora. Una vez leí un curioso razonamiento que alguien ofrecía para diferenciar conceptos: un hombre ve un árbol y no es capaz de apreciar la belleza de un bosque, mientras una mujer se adentra en el bosque olvidando los árboles.
Es posible que las necesidades esenciales en esta cuestión por parte de las mujeres sean mucho más sencillas de lo que los hombres creemos. Y es probable que nosotros seamos en su mayor parte los culpables por no saber acertar en ese aspecto. Por eso Hawking hablaba, en ese sentido, de ‘un completo misterio’. Quizá tanto como la expansión del universo, los agujeros negros o la teoría de la relatividad, a los que ha consagrado su existencia. E incluso más aún, diría yo.
[‘La Verdad’ de Murcia. 10-12-2014]