El capitán dijo “¡Fuego!”. El pelotón de fusilamiento ejecutó de inmediato al prisionero; el cuerpo de artillería disparó sobre las posiciones enemigas; un soldado incendió nuevamente con su lanzallamas una casamata ya tomada; un sargento distraído intentó llamar a los bomberos y el teniente, presuroso, acercó de inmediato la llama de su encendedor a la boca del capitán, que dijo “Gracias. Acabo de perder el mío en la batalla”.
[Rubén Faustino Cabrera]