Casi el 40% de los niños y jóvenes de entre 3 y 24 años españoles tienen sobrepeso u obesidad. Y ustedes dirán que en tiempos de coronavirus este dato se las trae al pairo pero es que en este mundo, al final, casi todo está relacionado. Y si no sigan leyéndome un ratito y verán como es así.
Esos niños que hoy tienen sobrepeso u obesidad se convertirán en un futuro, y salvo corrección de sus hábitos, en diabéticos, hipertensos, hipercolesterolémicos (lo que aumentará significativamente sus probabilidades de tener algún tipo de enfermedad cardiovascular) o tendrán más boletos para desarrollar algún tipo de cáncer. Amén de los daños que tener kilos de más suponen para su esqueleto y, ya en el terreno sicológico, el que puede ocasionar a su autoestima en una sociedad en la que posar divino de la muerte en Instagram forma parte del currículo desde que uno entra en la adolescencia. Nuestros niños y jóvenes son, además, mucho más sedentarios, entre otras cosas porque el ocio actualmente se vive desde una silla o sillón la mayor parte del tiempo.
Mientras muchos profesionales de la salud alertan de estos peligrosos datos, en otras plataformas, que van mucho más allá de los medios de comunicación 'convencionales', nos bombardean para que consumamos mierda. Y desde otros ámbitos cuya responsabilidad por la salud pública debería presuponerse, permiten que la poderosa industria alimentaria campe a sus anchas promoviendo el consumo de ultraprocesados cuya ingesta es gran parte del problema.
La desinformación, paradójicamente en el momento en el que más acceso a la información podemos tener, lleva a los padres a dar a sus hijos, a diario, no nos engañemos, productos (me niego a llamarlos alimentos) tales como cereales de desayuno, yogures de sabores, galletas o zumos envasados. No incluyo siquiera esas chucherías que como premio les dan en momentos excepcionales (con premios así no quiero pensar en los castigos). Añadamos refrescos, bebidas energéticas y toda la porquería que ofrecen las máquinas de vending y pensemos seriamente si el consumo de ultraprocesados por parte de nuestros hijos es esporádico o diario.
El autoengaño puede funcionar temporalmente: total, es en ocasiones especiales, por un día no pasa nada, el niño come bien en el cole, y si no le doy galletas ¿qué le doy?, no tengo tiempo para cocinar, más vale que coma eso a que no coma nada, pero la realidad es que estamos criando futuros enfermos, y estamos poniendo granitos y en muchos casos montañas para que lo sean.
Donald Trump ha anunciado hace un par de días que tiene coronavirus. El riesgo para su salud tiene que ver con su edad (74 años) y con su peso (más de 100 kilos). Porque el sobrepeso y la obesidad son un importante factor de riesgo a la hora de un mal pronóstico por COVID-19. Sinceramente, no me gustaría que ningún niño o joven de este país se convirtiera, en un futuro, en alguien siquiera parecido a Trump. En ningún sentido, incluido su exceso de peso