Revista Salud y Bienestar
El mes pasado fallecieron dos pacientes de mi cupo, uno tras una agonía de meses, el otro en menos de una semana. Tras hacer una última visita a las familias para dar el pésame en persona y poder interesarme por ellos, me siento en silencio y me tomo un momento para preguntarme qué he aprendido y verificar mis sentimientos, que como suele pasar en estas ocasiones son algo ambivalentes.
La proximidad de la muerte es una crisis vital prácticamente siempre. Entra en tromba en la familia que recibe la noticia y también en los profesionales de la salud que cuidan a la misma. Nuestra sociedad no se lleva bien con ella. Es sistemáticamente escondida y apartada de la vista, no existe por lo tanto una posibilidad de preparación, de acercamiento. En definitiva, una pedagogía.
Dejar esta asignatura sin tocar hasta tener una edad avanzada, presumibles achaques o enfermedades y limitaciónes físicas y mentales no parece muy inteligente para aprobarla siendo como es una de las más difíciles del programa educativo personal que la vida ofrece a cada cual.
Para tener una buena muerte no es necesario que intervenga un profesional sanitario pero en nuestra sociedad se ha hecho preceptivo y casi obligatorio. Es cierto que podemos aportar conocimiento, ayuda para paliar los síntomas que vayan presentándose y algún tipo de apoyo, pero nunca podremos suplantar la labor de soporte de los seres queridos del paciente. El problema lo tenemos cuando los cuidadores se ven sobrepasados por edad avanzada, limitaciones horarias laborales o sencillamente por ausencia. En esos casos se suele terminar "sanitarizando" el proceso de morir con una gran tendencia a terminarlo institucionalizado en un hospital.
Con uno de mis pacientes realicé más de 60 visitas a domicilio en los cinco meses que duró su proceso. No es lo habitual. Ante situaciones de esta complejidad nuestro sistema sanitario no ofrece apoyo ni refuerzo pues aunque existen unidades de paliativos que pueden complementar la labor del médico de cabecera en ningún caso deberían suplirla. El paciente en cuestión decidió ni ingresar en hospital ni aceptar la visita de esta unidad.
Tengo claro que cuando uno se muere necesita más que nunca sentirse apoyado. Disponer de un médico de cabecera y una enfermera de confianza vale su peso en oro, mucho más que la mejor póliza de seguro privado en el hospital más rutilante. Lo digo conociendo bien el percal. Lástima que algo tan sensible no se valore, incentive, proteja y refuerce.
What death teaches.
Last month two of my patients died, one after an agony of months, the other in less than a week. After making one last visit to the families to express my condolences in person and take care of how they felt, I sit in silence and take a moment to ask myself what I have learned and to verify my feelings, which, as often happens on these occasions, are somewhat ambivalent.
The proximity of death is always a vital crisis. It enters as a tsunamy into the family that receives the news and also into the health professionals that take care of it. Our society does not get along with it. It is systematically hidden and put out of sight, therefore there is no possibility of preparation, of rapprochement. In short, we lack a pedagogy.
Leaving this subject untouched until one is of advanced age, with presumable ailments or physical and mental illnesses and limitations does not seem very intelligent to approve it as it is one of the most difficult ara of the personal educational program that life offers to each one.
In order to have a good death it is not necessary that a health professional intervenes but in our society it has become obligatory and almost mandatory. It is true that we can provide knowledge, help to alleviate symptoms and some kind of support, but we can never supplant the support work of the patient's beloved. We have a problem when caregivers are overtaken by advanced age, work time constraints or simply absence. In these cases, the process of dying is usually "sanitized" with a great tendency to end up institutionalized in a hospital.
With one of my patients I made more than 60 home visits in the five months that their process lasted. It's not the norm. Faced with situations of this complexity, our health system does not offer support or reinforcement because although there are palliative home units that can complement the work of the family doctor in no case should replace it. The patient in question decided neither to enter hospital nor to accept a visit from this unit.
It is clear to me that when you die you need more than ever to feel supported. Having a reliable family doctor and nurse is worth its weight in gold, much more than the best private insurance policy in the brightest hospital. I say this knowing well what I´m saying. It is a pity that something so sensitive is not enough valued, encouraged, protected and reinforced.
死亡教了什麼。
上個月,我的兩名患者死亡,一個月痛苦不堪,另一個在不到一周的時間內死亡。在最後一次拜訪家人以表示慰問並照顧他們的感受之後,我沉默地坐著,花一點時間問自己所學到的東西並核實自己的感受,這種感受經常發生在這些人身上場合,有些矛盾。
死亡的臨近始終是至關重要的危機。它像海嘯一樣進入接收新聞的家庭以及照顧新聞的衛生專業人員。我們的社會與它不融洽。它被系統地隱藏起來並且不可見,因此不可能進行和解。簡而言之,我們缺乏教學法。
直到一個高齡,患有可能的疾病或身體和精神疾病以及限制的人都沒有碰過這個問題,因為它是生活為每個人提供的個人教育計劃中最困難的領域之一,因此似乎並不很明智。
為了使人早日喪命,沒有必要進行醫療保健專業人員的干預,但是在我們的社會中,它已經成為強制性的並且幾乎是強制性的。的確,我們可以提供知識,幫助減輕症狀和提供某種支持,但是我們永遠不能取代患者心愛的支持工作。當照料者被高齡,工作時間限製或僅僅是缺勤而無法代替時,我們就會遇到問題。在這些情況下,通常會對死亡過程進行“消毒”,並且很有可能最終將其住院。
在我的一名患者進行治療的五個月中,我進行了60多次家訪。這不是規範。面對如此復雜的情況,我們的衛生系統無法提供支持或加強,因為儘管有姑息治療的家庭病房可以補充家庭醫生的工作,但在任何情況下都不應取代它。有問題的患者決定既不住院,也不接受本單位的探視。
對我來說很明顯,死後,您比以往任何時候都需要得到支持。擁有一個值得信賴的家庭醫生和護士是值得的,這遠遠超過了最聰明的醫院中最好的私人保險政策。我說的很清楚,這是我的意思。遺憾的是,如此敏感的事物沒有得到足夠的重視,鼓勵,保護和加強。
自動翻譯,對不起。