(JCR)
Uno de los focos de atención internacional durante estos días es la petición de Mahmud Abbas ante Naciones Unidas de reconocer el Estado Palestino, algo que Barack Obama y otros líderes mundiales bloquean, invocando el principio de que un Estado tal no debe surgir de una votación en la ONU sino como consecuencia de una negociación entre palestinos e israelíes. Personalmente, estoy muy a favor del reconocimiento de Palestina como Estado y –de refilón- me reafirmo en la convicción que tengo de que nunca fue un Premio Nóbel de la Paz tan poco merecido como el de Obama. Pero como yo no soy ningún experto en el tema de Oriente Medio y además este blog es sobre África, no voy a ahondar en este tema sobre el que abundan los comentarios y análisis en cualquier medio de comunicación. Lo que sí quiero sacar a colación es un tema poco conocido: la actitud que tienen los palestinos ante otro contencioso similar al de ellos: el del Sáhara Occidental.
Se podría argumentar que si los palestinos están oprimidos por Israel, quien niega su derecho a existir como nación independiente, a los saharauis les hace la vida imposible Marruecos, quien hace como Israel cuando se trata de negociar: alargar hasta el infinito las conversaciones, poniendo todos los palos en las ruedas que puede, sabiendo que el tiempo está de su parte y que cuanto más se retrasen las cosas, mejor para los que tienen la sartén por el mango. Cuando dos pueblos viven una situación parecida, y más –como es este caso- cuando ambos son árabes y de mayoría musulmana, uno pudiera pensar que lo lógico es que ambos se unieran y se apoyaran mutuamente para hacer avanzar sus respectivas causas, pero mucho me temo que este no es el caso.
Y es que resulta que los palestinos siempre han estado opuestos a la independencia del Sáhara Occidental. Este detalle, que creo que es poco conocido por la opinión pública de cualquier país, me llamó poderosamente la atención el año pasado cuando tuve oportunidad de visitar los campamentos saharauis de Tinduf, en Argelia, donde cerca de 200.000 refugiados languidecen en los precarios asentamientos del desierto de piedra conocido como la “hamada”, donde ni las serpientes se atreven a vivir. Dicen los palestinos que las reivindicaciones de los saharauis socavan la unidad del mundo árabe y embisten contra el respeto debido al rey de Marruecos, a quien los musulmanes consideran como descendiente directo del profeta Mohamed. Me decía un amigo español, militante comunista, con muchos años de experiencia en el Sáhara, que en las ocasiones en que ha estado involucrado en la organización de las manifestaciones del Primero de Mayo en Madrid siempre tenían que tener sumo cuidado con separar con una distancia respetable a las delegaciones palestina y saharaui, porque si ambas estaban cercanas la cosa podía terminar como el rosario de la aurora.
No deja de sorprenderme esta actitud de los palestinos, los cuales parecen utilizar dos varas de medir muy distintas: la independencia es buena para nosotros, pero no para los saharauis. Nosotros vivimos oprimidos por los israelíes, pero a los saharauis que les zurzan. Todos somos muy sensibles cuando pensamos que se conculcan nuestros derechos, pero parece que perdemos esa sensibilidad cuando se trata de los derechos de los demás.
En el fondo, se adivina aquí un patrón que suele ser bastante común en los países árabes, y que mi compañero de blog –que conoce el mundo árabe muy bien- me hizo ver una vez. Cuando un no árabe oprime a un árabe –caso de Israel con Palestina- todos los árabes ponen el grito en el cielo, pero cuando un árabe oprime a otro árabe –caso de Marruecos con los saharauis- todos a callar. Y no digamos nada cuando un árabe oprime a un no árabe –caso de Darfur, donde las víctimas son negras-, en este caso jamás oiremos a ningún país árabe decir absolutamente nada.
Deseo fervientemente que los Palestinos tengan su propio Estado reconocido por la ONU. Pero deseo lo mismo para los saharauis, quienes tienen el mismo derecho, y me huele muy mal cuando los primeros no desean para los segundos lo que con tanta fuerza reclaman para ellos mismos durante estos días en la sede de Naciones Unidas.